En este último invierno Raynold Mendizabal desde Washington, me recomendó a un escritor danés, Peter Høeg, (1957) del que acababa de leerse "Borderliners", traducida en España como «Fronterizos». Eran las 9 am en Barcelona, había 4° de temperatura y mucha humedad mediterránea que calaba los huesos. Nos separaban seis horas; o sea, era madrugada para él, deduzco que acababa de leer la novela y su impacto fue tal, que sintió la necesidad de decírmelo con su voz que atravesó el Atlántico. Me gusta saber que tengo amigos que son "Black Gold", esa canción de Esperanza Espalding. Hay amigos que pasan años sin uno verlos, pero al contactar, uno siente que la comunicación y la afinidad son del día anterior, que el tiempo de ausencia se corrige a cero.
Llegué del trabajo a casa y antes de subir pasé por la biblioteca publica del barrio y busqué a este autor danés, y en unos días tuve el libro en las manos y quedé como Raynold, estremecido con la historia de esos niños en un internado.
Peter cuenta su reclusión en el Colegio Biehl junto a Katarina y August, lo que allí sucedió y las consecuencias. Son los años sesenta, él es huérfano y el relato, al menos para mí, me identificó mucho con el internado obligatorio en que estuvimos ambos: Raynold y yo (junto a millones de cubanos) como metáfora de una isla dictatorial con los Castros como directores disciplinarios.
Es decir, estos adolescentes son seres que a los ojos de los psiquiatras se sitúan en esa débil linea que separa la normalidad de la incapacidad mental. Viven por eso sometidos a la observacion permanente de las autoridades del internado, y a las pruebas darwinistas constantes en las que se decide su futuro de adultos: o bien podran integrarse entre los jóvenes "normales"; o bien deberan confinarse junto a las personas con deficiencias mentales. Pero si algo tienen en común los tres protagonistas es su rebeldia contra el entorno: no solo quieren escapar de su condición sino que estan decididos a desmontar el mecanismo de olvido y aniquilacion de la memoria en el que se les tiene atrapados. El intento desesperado de fuga de la escuela preside esta fascinante novela.
La gran putada de no tener a los amigos cerca, con el Atlántico por el medio en este caso, es que al terminar la novela no puedes sentarte con él y reflexionar para hacer catarsis sobre los males y traumas con los que te deja el paso por una dictadura, y lo más doloroso es que ese mal sigue intacto en esa isla donde el gobierno tiene a todos sus ciudadanos que no piensan como ellos bajo estricta vigilancia, o "internados" para intentar convertirlos en "normales."
No sólo recomiendo esta novela para personas como nosotros que vivimos una experiencia extrema por sistema, sino a Europeos que nacieron bajo democracias con derechos claramente establecidos para que sepan el valor que tiene nacer con ciertas libertades ganadas.
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Foto. Tommy Ingberg.
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