Salvo en New York, no he visto una ciudad con tantos clubs de jazz en tan poco espacio. Es la música que va en mis venas con toda seguridad y la busco en cada ciudad europea o americana que he viajado. Sólo aquí el jazz era como el aire en los tres días largos y callejeros que pasé hace una semana. Era una forma de arquitectura vital para el oído. Incluso los músicos callejeros en el puente Carlos (en checo Karlův most), me recibieron con Hello, Dolly! de Louis Armstrong con un cantante que tenía unos graves nada envidiables del original... Bajo el nombre de “Jazz no problem” deleitan a los turistas que se cruzaban por su camino…Casi 500 metros de calzada de este puente y 16 arcos de roca arenisca de Bohemía
conforman el que durante mucho tiempo fue el único puente de la ciudad.
Su construcción comenzó en 1357 bajo el reinado de Carlos IV y se
terminó a principios del siglo XV.
Cruzarlo sintiendo el jazz levemente, es un placer único que contrasta y mucho con las treinta estatuas religiosas que están colocadas en el puente.
Cruzarlo sintiendo el jazz levemente, es un placer único que contrasta y mucho con las treinta estatuas religiosas que están colocadas en el puente.
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