Un desgarre como el que leerás en el párrafo siguiente, se puede entender porque uno fue feliz en su lugar de nacimiento al menos unos años. Ovidio fue desterrado, otros lo hemos sido indirectamente. Al final, las circunstancias por las que abandonas quedan en segundo plano cuando estas sangrando por el dolor vacío de haberte ido. Ocurre así hace más miles de años, este texto nos lo corrobora...
Cuando se me representa la imagen de aquella tristísima noche que fue la última de mi permanencia en Roma, cuando de nuevo recuerdo la noche en que hube de abandonar tantas prendas queridas, aun ahora mis ojos se deshacen en raudales de llanto. Ya estaba a punto de amanecer el día en que César me ordenaba traspasar las fronteras de Ausonia; ni la disposición del espíritu ni el tiempo consentían los preparativos del viaje, y un profundo estupor paralizaba mis energías. No me cuidé de escoger los siervos, los acompañantes, los vestidos y lo que necesita quien parte al destierro; estaba tan atónito como el hombre que, herido por el rayo de Jove, vive y no se da cuenta de su vida. Así que el exceso del dolor disipó las nubes que ofuscaban mi mente y comencé a recobrar los sentidos, resuelto a partir, dirijo las últimas palabras a mis inconsolables amigos... (...)
Me separo con esfuerzo como si me arrancasen los miembros y mi cuerpo se rompiese en dos partes; de tal modo se dolió Metio cuando los caballos vueltos en sentido contrario le despedazaron en castigo de su traición.
Si es lícito comparar los grandes sucesos con los pequeños accidentes, tal era el aspecto de Troya en el momento de su caída.
Ovidio. Las tristes.
Nota: Ovidio escribó el libro Las tristes, cuando Octavio Augusto César lo echó de Roma en el año 8 después de Cristo, por haber escrito otro libro "Ars Amatoria." Lo envió al destierro en Rumania cerca del Mar Negro.
Las estadísticas no están claras, pero hay casi tres millones de cubanos que un César dictador del Caribe con más de 50 años de dictadura, nos puso a circular por el mundo por tener una idea diferente a la suya, no siempre con la suerte que todos se merecen.
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