Otra Carne...
Dormía desnuda después que ambas habíamos limpiado el albergue, su desnudez la hacía más inocente envuelta en el silencio y la calma. Aquel reposo estético anterior a la comida formaba parte de la atracción diaria que generaba su cuerpo al saber que su costumbre era desnudarlo bajo las sábanas.
El sueño va acompañado de esos jirones leves e inconscientes, cuando se adormece la carne que va entre la carne. Este modesto trastorno de posiciones y la corta longitud de pliegues de sábanas que tenía sobre el pecho y el cuello hizo que un seno saliera sin pudor bajo la tela. Esto tiene que haber ocurrido otras veces porque apareció sin timidez en su naturaleza.
Las pasiones son bellas cuando permanecen inconfesables y malditas. Yo intentaba concentrarme en la lectura pero los matices bronceados del pecho y el cuello formaban un contraste notable con la democracia pálida de aquel seno ondulado y pasivo. Nunca había podido observar con tanto detenimiento un pecho.
Su seno marginado y sublime reproducía su rostro en mármol y sin párpados, daba una idea exacta de la esbeltez de sus nalgas tapadas, risueñas y tranquilas en su respiración. Su pezón reposaba sobre su círculo con el sostén que genera el equilibrio de esa carne débil capacitada sólo para el tacto húmedo de la lengua y la leve superficie de los dedos. Entre la aureola carmelitosa del pezón y las líneas de su masa adiposa, se cierra parte de su magia como la del caracol sobre su oído.
No deseaba tocarlo, sería un crimen desdibujar con una caricia la forma de algo que ha condicionado toda una cultura contemplativa con el carácter de sernos necesaria, útil por el placer que representa a la humedad de la lengua. No miré con odio ni recelo, no deseaba competir, competir entre mujeres es ser tonta heredera de Safo. Había algo perdurable en su pecho que lo hacía alcanzar su eternidad. Es como estar en el seno de Dios. Su belleza sobrevive ahora bajo cualquier blusa sin sostén y no sé la razón, este resto de fe no está en mi poder.
Arsenio Rodríguez Quintana.
Una lectora de este blog me preguntó ¿desde cuándo escribes? Hacía mucho nadie me preguntaba algo así, era evidente que no pertenece a mi círculo más cercano. Quizás algunos más se hagan esta pregunta... Mi respuesta es este cuento publicado en varias antologías de escritores cubanos de los noventa, y en homenaje directo al día del cáncer de mama que es hoy, Día Internacional del Cáncer de Mama.
Comencé a escribir alrededor de 1986, cumpliendo el Servicio Militar Obligatorio pero publiqué por primera vez, un año más tarde. Fue el pintor y músico Adrián Morales quien me pidió un poema que había escrito de uno de sus cuadros para el catálogo de su exposición Permanencias, que hizo en la Casa de la Cultura de Plaza de la Revolución. Luego, Bladimir Zamora, de la revista el Caimán Barbudo me publicó mis dos primeros poemas en la sección por Primera vez, de esa revista que tiraba 40 mil ejemplares para todo el país. En 1989, vio la luz mi primer cuento erótico sobre masturbación femenina, Desasosiego, en otra revista, Naranja Dulce; en ese mismo año salió mi primera entrevista a un músico, Gerardo Alfonso, en la revista Alma Máter de la Universidad de la Habana, en colaboración con Radamés Molina.
El espaldarazo final al proyecto de ser escritor se lo debo a Salvador Redonet Cook, quien me incluyó, con un cuento erótico-porno, Epitalamio en la antología Los últimos serán los primeros, en 1993. Redonet me cambió mi punto de vista, porque ya no solo fue el apoyo de un profesor de la Universidad, sino que él hizo un trabajo crítico sobre una generación de autores (en aquel momento llamados novísimos y sedujo a otros profesores, como Margarita Mateo Palmer, para que estudiaran este nuevo fenómeno, en su libro, Ella escribía postcrítica, Mateo incluyó un fragmento de mi cuento (Dos Fugas). También sus alumnos ayudantes, investigadores literarios como Jorge Brioso, se interesaron por nosotros. Brioso, por ejemplo, me desveló el carácter creativo de mis primeros cuentos… Otra Carne, de 1989, incluido en mi primer libro La Caída y otros deseos, 2000, refleja como ninguno, la escritura que de mis orígenes. El azar quiso que Brioso pasara por Barcelona desde Minnesota, y pasamos una tarde con Radames ( los tres juntos rememorando viajes y vidas) y luego la noche rememorando lecturas habaneras.
En el diálogo recuperamos el olor del Malecón, entre la música y las sílabas, lo último que me pidió fue que leyera a él y a su chica aquel cuento lésbico erótico que tanto le gustaba y que me hizo leer en la Embajada Francesa en La Habana una vez, también a inicios de los años noventa.
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Y bien que me recuerdo... Halagadora tu memoria. Te celebro!!!!! Brother's in Arms!!!!
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