Para conservar un amiga veinte 20 años, tienes que haber vivido muy alerta, sin verse, a la sensibilidad que los hizo conocerse en La Habana, la poesía, el arte y trazar caminos diferentes bajo una dictadura, cuya existencia absurda une de forma increíble a los seres que rechaza por no entrar en su norma.
Para reencontrarse veinte años después en el gótico barcelonés, hay que tener mucha suerte, pues dejar una ciudad o un país en el exilio es la norma natural de un exi-liado que su brújula le indica el próximo paso según su necesidad, no su deseo.
Para resumir veinte años de exilio, ella, yo 14, entre: Kiev, Ucrania, París (año 2000 donde coincidimos sin vernos) Barcelona (11 años en la misma ciudad sin reencontrarnos), Sevilla, Madrid; y con visitas cruzadas a New York, Miami, Milán, hay que tener mucha síntesis verbal que ambos no tenemos pero lo intentamos durante más de ocho horas. El cuerpo nos pone mil obstáculos, el cuerpo no da la sabiduría, la experiencia en la trayectoria, sí, o al menos nos acerca.
Para reconocer que hoy respiramos por la misma herida honda de la memoria de una isla y nos aferramos a un presente continuo europeo de vaivenes emocionales como separados -ambos con niñas nacidas en Europa de 5 y 8 años- que iluminan nuestras vidas, es apelar a la sensibilidad que hablaba en un principio.
Claro, dedicamos mucho tiempo a Erick Fromm, al amor incondicional, al amor como lo entienden los europeos y cómo lo vemos nosotros, a la caricia ausente, al rechazo de la caricia, al desamor, al búscate la vida, al tú mismo, a las influencias de los bienes materiales en la pareja, a la poca importancia nuestra de esos bienes que es vital en los otros, a la influencia del matriarcado, al uso de los hijos para ser rehenes o para ser rechazados, a la incomprensión, a la ventajas de la raza negra en Europa en ambos sexos y al "delito sutil" ser cubana siendo blanca ...
Sí fue catarsis, donde a veces no estuvimos de acuerdo y donde otras a ella se le fueron las lágrimas y me obligó a prometerle que escribiría sobre esto. Porque intuye que son muchos lo que temen verse y reencontrarse, se esquivan para no enfrentar sus verdades y pregonan estoy de puta madre con mi pareja y no paran de enviar fotos eróticas por whashaps de hombres virtuales que desean pues duermen con momias que no sienten su piel, y esa bella y extraordinaria palabra en catalán que es solitud, o sea, la soledad de un exiliado.
A Ella se le olvidó el catarro y su lava por la nariz cuando habló de su entrada al ballet de Moscú en el último segundo, ella sintió mi emoción cuando le conté el baile de luces de la torre Eiffel en el cambio de siglo...
"Está demostrado que si queremos saber alguna cosa, debemos abandonar el cuerpo, y que el alma sola examine los objetos que quiere conocer." Cita del Diálogo "Fedón o del Alma" de Platón, que leo y releo.
La foto en blanco y negro es de hace más de veinte años, yo leo un poema y Carlos Quintana y Yusil Gascón escuchan atentos, estamos en el patio de la casa de esta última. Su hermana Yamila hizo la foto. Queremos repetirla en alguna ciudad europea que coincidamos los tres antes de dejar de sonreír.
La segunda es la foto la tarde noche del reencuentro. Ella, en la foto, tiene una luz en la mejilla izquierda de un fanal del carrer Avinyò, del Gótico barcelonés, donde Picasso trazó sus señoritas. Autofoto del iPad que refleja que ya no estamos en el mundo analógico que no conocimos, sino en las redes digitales donde nos reencontramos.
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