Las estrofas de este escribillo me las aprendí de memoria cuando era pequeño, gracias a que tenía que acompañar a mis hermanas (Silvia y Cecilia) a todas las fiestas que iban, hablo de los años setenta. José Feliciano estaba prohibido en Cuba, junto a una larga lista de intérpretes, nacionales e internacionales eso no impedía que en las fiestas los jóvenes -de ese momento- lo escuchaban y bailaran con él toda la noche muy apretados, aunque tuviesen que hacerlo con la música lo más bajo posible para no ser denunciados a la policía.
Esto me sirvió más tarde para demostrar que la Nueva Trova Cubana, con Pablo y Silvio a la cabeza, a pesar de ser buenos compositores, no eran del gusto de gran parte de la población cubana, aunque sí pasaban sus canciones como droga necesaria y revolucionaria por todas las emisoras y canales de televisión en Cuba.
Yo fungía como una especie de chaperón, guardaespaldas de ellas siendo un niño. Que más tarde cuando llegaba a casa, tenía que denunciar a mis hermanas si se besaban o se abrazaban con algún salido, hecho que nunca hice a pesar de que las vi en más de una ocasión haciendo lo que cualquier adolescente de su edad.
Pasé años sin reconocer que estos boleros no eran de mi gusto, creo que nadie de mi generación, escritores y artistas en sentido general queríamos que nos vincularan a José Feliciano. Fue realmente una sorpresa cuando Feliciano grabó una canción de Silvio Rodríguez, y un poco el veto a este artista se desarticuló en el país, aunque nunca pusieron estos boleros, ya que según decían del "ministerio de cultura," había sido cantados en un Festival de Chile donde estaba Pinochet, que era tan dictador como Castro, pero de derechas.
Mi segundo impacto fue cuando el roquero argentino Andrés Calamaro, retomó esta canción que yo había conocido en la voz y la excelente guitarra de Feliciano e hizo una versión muy aceptable.
Su autor no era como yo pensaba Feliciano, sino, un puertorriqueño llamado Benito de Jesús, nacido en un sitio de Puerto Rico llamado, La Barceloneta.
La copa rota...
Aturdido y abrumado
por la duda de los celos,
se ve triste en la cantina
un bohemio ya sin fe.
Con los nervios destrozados,
y llorando sin remedio
como un loco atormentado
por la ingrata que se fue.
Se ve siempre acompañado
del mejor de los amigos,
que le acompaña y le dice:
"ya está bueno de licor".
Nada remedia con llanto,
nada remedia con vino:
al contrario, la recuerda
mucho más su corazón.
Una noche, como un loco,
mordió la copa de vino,
y le hizo un cortante filo
que su boca destrozó.
Y la sangre que brotaba
confundióse con el vino,
y en la cantina este grito
a todos estremeció:
"No te apures compañero
si me destrozo la boca,
no te apures que es que quiero,
con el filo de esta copa,
borrar la huella de un beso
traicionero que me dio."
"Mozo, sírveme la copa rota,
sírveme que me destroza
esta fiebre de obsesión.
Mozo, sírvame en la copa rota,
quiero sangrar gota a gota
el veneno de su amor."
"Mozo, sírveme en la copa rota,
sírveme que me destroza
tanta fiebre de obsesión.
Mozo, sírveme en la copa copa rota,
quiero sangrar gota a gota
el veneno de su amor.
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