De los dos platos y el postre que comí en Frijoles Negros, la primera vez que fuí, sin duda "La Lasaña de Plátano con ropa vieja," se fijó en la memoria de mi paladar.
No le quito méritos al ceviche fresco, y mucho menos al queso italiano Panna Cotta con mermelada de guayaba que fueron el postre que cerró esta cena con Xavier Cugat de banda sonora todo el tiempo. Por cierto, muy leve para dejar conversar y a una distancia perfecta del oído.Pero hay platos que se quedan más que otros por olor, creatividad y buen gusto.
La Lasaña llega a la mesa acabada de hacer y adornada con dos espárragos trigueros que probé por primera vez en Andalucía hace ya quince años.
Su verdadero equilibro en el paladar gustativo son el contraste de plátanos maduros con la carne de ropa vieja que lleva entre dos parejas de plátanos encima y dos debajo. Que además contienen aceite caramelizado.
La carne estaba en su punto de sal, y los plátanos tenían un dulzor cercano a los plátanos en tentación que preparaba mi tía en La Habana, no contaré aquí cómo activó los recuerdo de mi infancia habanera este plato entre la carne y el plátano y la músicas y congas leves.
No le dije a Juan Carlos Puig Bretones ese día, lo escribo ahora, que ya no necesito volver a Miami para recuperar verdaderos sabores de la comida cubana, que a pesar de que aquí le dan giro Mediterráneo, con otros condimentos y sutilezas, hacen que se fije mejor, no el sabor de los sabores, sino, "El arte del Sabor," como llamó Bebo Valdes a una de sus canciones.
El fin, llegó con un Martini Expres con espuma de café que hacia flotar tres granos sin moler, que mezclados con el ron que contenía la copa, te estaban diciendo eres conciente de que volverás a Frijoles Negros a seguir degustando platos como si fuesen ritmos y sabores como si fuese música.
Y he vuelto para andar sobre sabores varias veces. Esta la primera la última en comentar, así funciona mi sabor.
Y he vuelto para andar sobre sabores varias veces. Esta la primera la última en comentar, así funciona mi sabor.
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