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miércoles, 10 de agosto de 2016

Tumba de Lezama en Cuba. Epitafio.


Fui en los años ochenta por primera vez, con Radamés Molina Montes, amigo y escritor a ver la tumba de Lezama en El Cementerio de Colón en Cuba. Me quisieron sacar del cementerio por ir en pantalón corto. Un absurdo pensar en ofender a los muertos con mis piernas desnudas.  Pero en un país absurdo todo es. Todo pasa.
La tumba, en aquel entonces estaba semi-abandonada con el mármol superior rajado.  
El epitafio que eligió para su tumba es bestial, pues a pesar de que llevo 20 años sin volver, soy conciente de que nacer allí, fue una fiesta imnombrable...
El pàrrafo entero de ese largo poema: "Noche insular: jardines invisibles..."

La mar violeta añora el nacimiento de los dioses, 
ya que nacer es aquí una fiesta innombrable, 

un redoble de cortejos y tritones reinando. 
La mar inmóvil y el aire sin sus aves, 
dulce horror el nacimiento de la ciudad 
apenas recordada. 
Las uvas y el caracol de escritura sombría 
contemplan desfilar prisioneros 
en sus paseos de límites siniestros, 
pintados efebos en su lejano ruido, 
ángeles mustios tras sus flautas, 
brevemente sonando sus cadenas. 



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