Del libro ME GUSTA DAR DE COMER A LOS ELEFANTES arsenio rodríguez quintana
Cuando era niño en Cuba las sillas individuales en el cole tenían la gran mayoría la tabla a la derecha. Cada comienzo de curso y aula nueva, el 'drama' de encontrar una silla con tabla a la izquierda era la norma.
Cuando era niño en Cuba las sillas individuales en el cole tenían la gran mayoría la tabla a la derecha. Cada comienzo de curso y aula nueva, el 'drama' de encontrar una silla con tabla a la izquierda era la norma.
Jugando básquet y beisbol tenía ventajas,
pero en judo me fue mejor, cinta azul. En cambio, las burlas por ser zurdo no
cesaban. Que si no sabía limpiarme el trasero, que no tenía buena letra (les
daba la vuelta a las libretas para escribir en la tabla a la derecha).
Hasta que descubrí leyendo, que el corazón estaba a la izquierda. No podía ser
casualidad, ni azar.
Yo ya quería ser poeta y el hecho de tener
ese órgano ahí a la izquierda del cuerpo en la misma mano de escribir, era
abrumador, quizás simbólico, en medio de ese entramado de venas y arterias,
usando un mínimo espacio posible, para bombear la sangre óptimamente hacia mi
brazo lleno de poemas, me encantó.
Luego descubrí que: Kafka,
Goethe, HG Wells, M Twain, les pasó lo mismo que a mí. Zurdos y con el
corazón a la izquierda.
Solo cuando nació mi hija, descubrí lo
esencial. Que mi corazón a partir de ese instante, estaba por fuera.
Así de cursi, así de frágil.
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