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sábado, 18 de noviembre de 2017

Jeanne Hébuterne, la belleza o mujer de Modigliani.



Me gustan las mujeres incluso muertas. No es el primer post que escribo sobre una mujer que me gusta y está muerta. Virginia Woolf, de quien me enamoré de adolescente en Cuba cuando cambié unas obras completas de Fiódor Dostoievski. por sus obras completas y leí 'Olas y Orlando'. También me he enamorado de modelos judías y de pintoras. Hoy desvelo a una de mis más admiradas pintora, amante y mujer de Amedeo Modigliani.
Infinitamente hermosa, Jeanne conoció Montparnasse  y su farándula gracias a su hermano André, entonces pintor. Trabó relación con algunos de los artistas del barrio y posó para ellos. 
Estuvo en la Académie Colarossi de dibujo, allí en  1917 conoció a Amedeo Modigliani, se mudó a vivir con él pese a la oposición de su familia, estrictamente católica.
Jeanne era, en palabras del escritor Charles-Albert Cingria, una joven amable, tímida, tranquila y delicada, y se convirtió en el tema principal de la pintura de Modigliani. 
En otoño de 1918 la pareja se mudó a Niza, en la Riviera francesa, donde según el marchante de Modigliani residía una comunidad de ricos aficionados al arte que apreciarían su pintura. Ese año en una clínica obstétrica de Niza, donde también trataban de superar la avanzada tuberculosis de Modigliani. Jeanne trajo al mundo a un niña a la que daría su mismo nombre. 
El estado de salud de Modigliani no cesaba de agravarse, muriendo finalmente de meningitis tuberculosa a los 35 años de edad, el 24 de enero de 1920. 
Cada vez que he ido a Niza y repaso la cantidad de pintores que han caminado por las mismas calles por las que allí vivo y escribo gracias a mi sobrino que nos acoge a mi y a mi hija me maravilla esa suerte.
Esa madrugada, que él murió,  Jeanne Hébuterne, mientras  sus padres y su hermano André discutían sobre su futuro y el de sus hijos ilegítimos, y estando Jeanne en el noveno mes de su segundo embarazo, saltó por la ventana del quinto piso de su antigua habitación en el apartamento de sus padres, 8 bis, rue Amyot, en el distrito V de París.
Ella no soportaba vivir sin su artista y decidió volar antes de imaginar su vida sin alguien que había retratado para la historia del arte del siglo XX. Podía morir. Ya era eterna.



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