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viernes, 15 de febrero de 2019

Entrar con una camiseta de Frank Kafka a una carnisería de Liggeringen, Radolfzell am Bodensee. Sur de Alemania.


Mi amiga Beate, alemana y nacida aquí,  me había dicho que la mujer del carnicero era colombiana y él  Jan Rybovic, checo, pero no que fueran lectores. 
Entramos a comprar chorizo, jamón y salami y ella, le dijo a él, ¡lleva a Kafka!  
Tras las presentaciones en castellano, le dije que mi viaje a Praga fue inspirado en Kafka y Kundera. Las dos K literarias checas que habían cambiado mi vida. Que fue mi primer viaje a Praga y desde hace cinco años esta camiseta es parte de mi vestuario de verano a pesar de los años.
El me recomendó varios pueblos de Chequia no muy lejos de este pueblo que ronda mil habitantes.
Si Kafka está en algún lugar viendo a un Checo, una colombiana y un cubano, hablando de su obra  en castellano todos en Liggeringen, flipa en colores de felicidad. Lo que hace la literatura no hay quien lo separe.

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