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domingo, 6 de febrero de 2011

Escenas de mi vida cotidiana en un bar del barrio



Els Rossos, era un bar  típico de calle o esquina, similar al de la canción de Serrat, El Meu Carrer. Los días que hay partidos del Barça en una pared colocaban una bandera gigante que cubría la mitad del local envolviendo a todos dentro en una marea azul-grana. Ya se sabe, los goles del FC Barcelona en el barrio de Gràcia, no se cantan, se sienten en vena y después del grito los petardos hacen el eco un buen rato.

Cuando llegué a esta calle, Rabassa, este bar con ese nombre y marcha futbolera, no existía. En su lugar había otro donde solo daban desayunos, además de vender complementos para prepararse una comida rápida. Lo llevaban dos ancianos que estaban a punto de retirarse y lo estaban traspasando; con el señor me traté muy poco, pero la señora al verme subir elementos para empezar a componer el piso, me ofreció las sillas del bar regaladas junto a un estante de libros que aún uso, y sobre todo, me vendió por cinco mil pesetas una nevera que me duró cuatro años. Hablaba muy poco castellano y cada vez que iba a tomarme un cortado a su bar, me hacía historias de Barcelona en la época del franquismo.
La anécdota que más recuerdo fue cuando un día su madre vino a verla del pueblo, Caldes de Montbui y cuando ambas iban por la Rambla ésta le preguntó en catalán a un guardia por una parada de bus... Él le contestó... ¡que le hablara en cristiano! y alzó la porra más como gesto amenazante que con verdaderos deseos de golpearla. La madre se vio en un gran apuro que ella se apresuró en resolver con una sonrisa y repitiendo la pregunta en castellano.
El día que me regaló las sillas me vi subiendo las escaleras recordando una canción de Silvio Rodríguez:
En el borde del camino hay una silla,
la rapiña merodea aquel lugar.
La casaca del amigo está tendida,
el amigo no se sienta a descansar.
Ahora no recuerdo el nombre de esta señora que me dio fragmentos de su vida casi al final, para que yo comenzara a tejer una vida en este barrio.
Fue mi primer bar de Barrio en el que tuve una experiencia continua. Viví treinta y cinco años en una capital como La Habana donde los bares de esquina, eran solo un recuerdo de los más viejos, reflejos de una sociedad que desapareció, con sus defectos y virtudes.
Hoy, la ley del tabaco que liberó de humo todos los espacios públicos, nos permite estar en otro bar de esquina, esta vez llamado Soco, donde además de nuestra niña, hay dos bebés más disfrutando la serenidad con que sus padres toman un aperitivo y comparten caña y vino con amigos, ambientados con música chill-out y el envolvente aroma de aceites de oliva especiados.





Foto de una esquina del barrio que cuento, Gràcia. Arkolano.

3 comentarios:

  1. Con el seu permiso me sentaré aqui un rato. Gracias.
    Del Barsa qué diria. Sed humildes, nos reitera a menudo, llamando a capítulo a la gent blaugrana, ese fraile escapado de un cuadro de Zurbarán llamado Pep Guardiola.
    Caldes de Malavella. Me muevo en el tren que se mueve surcando los campos de oro y de bruma. Al final del pasillo, por la ventanilla, una joven ciclista que ataca una trocha. Sube una
    señora, erguida y cansada. Y yo al verla me pienso de Serrat en otra señora cansó que me emocionó allá por entonces y también ahora: La tieta.
    Me vuelvo a mi sitio y escucho a un pianista que está entre K. Jarret y el pianista flamenco tan desconocido que fuera Pepe Romero. Su nombre ahora mismo no me viene en mente, el tema que oía se llamaba
    Aurora y salió de Cam Ram, si mal no recuerdo. ¿Se apellida Fernández?
    Tabernario Hispalense, tasca de Roldán alli en la Seviya y una noche con Diego el del Gastor, con Gaspar y rondeños, la Bernarda y Fernanda. De aquellas ascuas nació este poema:
    MAS ALLÁ DE LOS FAROLES
    La casa llena de libros.
    el jardín lleno de flores.
    Una mesa con amigos
    bien servidos de solera
    y en la claridad primera
    contrapunto a mis pesares
    sentir de nuevo a mi vera
    a Fernanda la de Utrera
    cantando por soleares.
    Salvador Ramos

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  2. El sábado, mientras le subía el colestegol a algunos amigos merengues, no sé cómo vinimos a un punto en el que se dijo del catalán que era una lengua asesinada que sobrevivió. Yo no recordaba donde la leí. Ahora pienso en el ultimo libro de Ernest Lluch, la Catalunya del XVIII, donde recopila articulos dispersos que nos acercan magistralmente los claros y oscuros de la Ilustración Catalana. Estudia la produccion editorial en el XVIII y en cierto momento nos habla del Catalán como lengua asesinada que sobrevivió.
    Sus majestades mis amigos y agora súbditos de Joseph Mourinho no digieren el tercer gol de Messi y sacan el manoseado argumento de la pela es la pela y si la borsa sona. Mi no comprender, les digo,
    en el colmo sabatino del manierismo entre tópicos manidos, pero no renuncio a una inútil refutación perorando acerca del papel impulsor y motor de cultura que desempeñó la Junta de Comercio barcelonina,
    ya desde hace tanto tiempo.
    Uno de ellos habla de Messi como ese pequeño acaparador de la Pampa... es un provocón, y no le hago ni caso, pero confirma cómo las imágenes respomdem a unas relaciones de poder -los que lo tienen nos las imponen y nos las siembran- y de resistencias.
    Hago un descanso en la Plaza Nova y estudio el lugar donde colgaría mi ristra de cebollas para una calsotada más larga que la estera de un convento.
    Junto con el Diccionari d´autors catalans de Torres Amat, pongo estas obras con su permiso los coloco en el borde del camino, bajo una higuera grande y hermosa, junto a una canalilla de agua que mane frescamente y una silla. Si se paran y leen este será el lugar aún no cartografiado de una futura venta en un cruce de caminos, con su posadera poseedora de una gracia arisca y hechicera, que es de esas que se mira mientras es mirada por los clientes,
    El nombre de la venta seria Soc de Socos.

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  3. Un recuerdo especial para las tascas de Heliópolis, mi Sevilla. Y otro para el autor de esa estupenda novela llamada Heliópolis, el egipcio May Tilmisalis y con él a todo el pueblo egipcio.
    En mi paseo flotativo a la deriva -idea roussoniana- por los lugares de recreo de la urbe, doy en llegar al puerto deportivo de Barcelona. Noche verbenera. Unas opulentas y vistosas Jais de lujo, con canónicas medidas para quedarse en copia y representación antes que en original y en realidad, por lo demás "chatlenizadas" (término que me acabo de inventar. hembras de Chat, de Chalet y de Chane, hembras muy vistosas, de ojos mirar,,a lo Pierre Bordieu cuando dice que solo somos imagenes. Por cierto que el ilustre sociólogo luce nombre con resonancias de perfumero parisino. Pero deciamos que las jais de marras comparten mesa y mantel con sus bronceados caballeros en su calidad de imagólogos, según Kundera. Solo faltan algunos aspirantes a pebeteros del Pens Club para creernos en una cena con apariencia de banquete derrochón, que el humor socarrón de Italo Svevo habría resumido preguntando: ¿Pero todo esto es verdad?

    Y me despido con los versos de Alberti que cantara José Meneses con Enrique de Melchor a la guitarra, por soleares: C omo una torre de pena, en un jardín donde el agua de llanto se desmelena.
    Como una flor escondía que en cuatro muros de cal sueña que pierde la via.
    Y hablando de flamenco, a Diego lo han versionado los del conjunto La Frontera, donde toca el cuatro cubano un hijo de la cantante Martirio, si no me equivoco. ¡Ah, qué guitarrista más creativo, austero,desbordante, personal, silencioso, romántico y sobro todo qué músico más autentico y qué honesto fue Diego.
    Durante mi juventud toqué en un conjunto de ferias de pueblo llamado Apolo, aún cuando algunos de sus miembros éramos mas bien dionisíacos. Pero la cosa era participar en el experimento de la música y del viaje en microerrancias por apartados y perdidos pueblos de las sierras andaluzas.
    Sin embargo, llevo una mañana de una fina y desolada y transparente y fría belleza en mis adentros: llevo conmigo el ultimo lied de Shubert de su Winterreissen cargado de dolor pero al mismo tiempo de una serena aceptacion de lo que un año después le vendría a su autor: la muerte: larga vida al arte de la vida. Eimen.
    Y una mañana de este sol para todos los niños y niñas que son la flor de la antorcha del viaje del mundo y de este sol. EIMEN.
    Salvador Ramos ..

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