A fines del siglo XIX y la principio del siglo XX, más de tres millones y medio
de españoles (Sánchez-Albornoz, 1988:18)1 cruzaron el Atlántico con destino a
varias naciones americanas. Por su importancia, tal corriente no se parece a ninguna otra en la historia de España; no puede ser comparada a las migraciones
anteriores que tuvieron lugar en la época colonial y tampoco a las siguientes.
Las tensiones entre los Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico que se acabaron por la guerra entre la nación americana y España y por la independencia de
las dos islas en 1899, favorecieron la vuelta al país de los que, entonces, fueron
llamados indianos por la población nativa porque volvían de esas tierras lejanas
que Cristobal Colón había llamado Las Indias.
De hecho, eso permitió a los habitantes de ciertas regiones promover una emigración hacia ciertos países y aun ciertas ciudades; fue el caso de
Sitges, Vilanova i Geltrú, San Pere de Ribes y otras que crearon vínculos estre-
chos con Santiago de Cuba.
A lo largo del siglo XIX, los catalanes siguieron emigrando en razón de unas condiciones favorables que existían para desarrollar sus varias actividades gracias a los mercados de las colonias. Era algo casi natural el hecho de encontrar en las ciudades más importantes de Cuba y Puerto Rico, a numerosos negociantes catalanes cuyas primeras empresas comerciales habían sido creadas en la época en la que promulgaron la Ley de Libre Comercio y cuyos descendientes o gerentes lograron mantener las actividades, por lo menos hasta la guerra hispanoamerica de 1898.
Los pueblos de Cubelles, Ribes, Villanova i Geltrú y más particularmente Sitges enviaron pues a muchos de «sus hijos» hacia aquellas tierras americanas; éstos invirtieron mucho y crearon unos establecimientos comerciales que fueron benéficos para América como para los pueblos oriundos. Unos se quedaron allá la vida entera y otros sólo algunos meses o algunos años lejos de la tierra que les vió nacer, antes de volver al país.
A lo largo del siglo XIX, los catalanes siguieron emigrando en razón de unas condiciones favorables que existían para desarrollar sus varias actividades gracias a los mercados de las colonias. Era algo casi natural el hecho de encontrar en las ciudades más importantes de Cuba y Puerto Rico, a numerosos negociantes catalanes cuyas primeras empresas comerciales habían sido creadas en la época en la que promulgaron la Ley de Libre Comercio y cuyos descendientes o gerentes lograron mantener las actividades, por lo menos hasta la guerra hispanoamerica de 1898.
Los pueblos de Cubelles, Ribes, Villanova i Geltrú y más particularmente Sitges enviaron pues a muchos de «sus hijos» hacia aquellas tierras americanas; éstos invirtieron mucho y crearon unos establecimientos comerciales que fueron benéficos para América como para los pueblos oriundos. Unos se quedaron allá la vida entera y otros sólo algunos meses o algunos años lejos de la tierra que les vió nacer, antes de volver al país.
Así pues llaman Americanos7 a los Sitgetanos que emigraron, desde el siglo
XVIII, para enriquecerse en las lejanas y tropicales Antillas y que tras muchos
años pasados en Cuba o en Puerto Rico para trabajar y sobre todo ahorrar el
dinero necesario para sus proyectos de nueva instalación en su región y pueblo natales, volvieron a Sitges para instalarse y aprovechar los últimos años de
su vida.
En 1898, la pérdida de las colonias españolas en las Antillas que constituían Cuba y Puerto Rico y más aun las evoluciones políticas y económicas tanto en España como allende del Atlántico, acabaron con la emigración de los habitantes de Sitges hacia esas islas. Así, a fines del siglo XIX y al principio del siglo XX, una vez la fortuna hecha en Cuba o teniendo el dinero ahorrado después de unos años de trabajo, algunos Sitgetanos volvieron al país como siempre lo habían deseado o imaginado con la meta de realizar sus proyectos.
En 1898, la pérdida de las colonias españolas en las Antillas que constituían Cuba y Puerto Rico y más aun las evoluciones políticas y económicas tanto en España como allende del Atlántico, acabaron con la emigración de los habitantes de Sitges hacia esas islas. Así, a fines del siglo XIX y al principio del siglo XX, una vez la fortuna hecha en Cuba o teniendo el dinero ahorrado después de unos años de trabajo, algunos Sitgetanos volvieron al país como siempre lo habían deseado o imaginado con la meta de realizar sus proyectos.
Sin embargo, es importante señalar que en los años 1880 y en el transcurso
de los que siguieron, entre los americanos de Sitges no todos decidieron la
construcción de sus viviendas según el estilo modernista, de moda en aquella
época, excepto los que deseaban verdaderamente dar a su casa y más allá a su
pueblo este aspecto tan característico que lo caracteriza hoy día. En efecto, la
mayoría de ellos o se encontraban en Cuba cuando hicieron construir una
morada o renovar un edificio que existía ya, sin conocer verdaderamente la
corriente arquitectónica de la época en Cataluña, o se encontraban ya en Sitges
pero no se interesaban mucho por tal corriente. No obstante, en los dos casos
recurrieron a unos arquitectos famosos de la región afiliados, por su mayoría, al modernismo.
Entre las construcciones modernistas, se puede notar el Cau Ferrat y las casas de Josep Carbonell, Jaume Hill i Foment, Rafael Llopart, edificadas a fines del siglo XIX pero también las de Pere Carreras i Robert o Pau Barrageig, en la calle de Francesc Gumà, la de Manuel Planas i Carbonell, y la de Bona- ventura Blay i Milà, en la calle Illa de Cuba, las de Josep Barnet i Albareda y Antoni Serra i Ferret en la Ribera, la de Josep Ferrer i Torralbes en la calle de Santiago Rusiñol, todas construidas entre los años 1900 y 1906. La casa del Reloj de Cap de la Vila, de Bartomeu Carbonell i Mussons, obra del arquitecto Ignasi Mas i Morell ha llegado a ser un elemento de referencia de la arquitectura local (Americanos, 1998: 16, 45-53, 202-209).10 En realidad, todos estos edificios tienen una factura notable. Los adornos de la fachada como la de todas las construcciones modernistas, estriban de una manera general, en el principio del valor intrínseco de la línea, en la representación del elemeno vegetal y en la importancia dada al adorno mismo como símbolo estructural.
Entre las construcciones modernistas, se puede notar el Cau Ferrat y las casas de Josep Carbonell, Jaume Hill i Foment, Rafael Llopart, edificadas a fines del siglo XIX pero también las de Pere Carreras i Robert o Pau Barrageig, en la calle de Francesc Gumà, la de Manuel Planas i Carbonell, y la de Bona- ventura Blay i Milà, en la calle Illa de Cuba, las de Josep Barnet i Albareda y Antoni Serra i Ferret en la Ribera, la de Josep Ferrer i Torralbes en la calle de Santiago Rusiñol, todas construidas entre los años 1900 y 1906. La casa del Reloj de Cap de la Vila, de Bartomeu Carbonell i Mussons, obra del arquitecto Ignasi Mas i Morell ha llegado a ser un elemento de referencia de la arquitectura local (Americanos, 1998: 16, 45-53, 202-209).10 En realidad, todos estos edificios tienen una factura notable. Los adornos de la fachada como la de todas las construcciones modernistas, estriban de una manera general, en el principio del valor intrínseco de la línea, en la representación del elemeno vegetal y en la importancia dada al adorno mismo como símbolo estructural.
Como ejemplo, algo insólito, de casa de americano hay que distinguir, más particularmente, la de Pere Doménech i Grau conocida bajo el nombre de «Plana Novella»11 que fue construida por el arquitecto Manuel Coma i Thos en 1885 y acabada en 1890. Ciertos artesanos de Sitges intervinieron en la construcción de la «Plana Novella», dirigida por el contratista Antoni Cartro Escala (Americanos, 1998: 42).
Guía de casas de Cubanos-indianos en Sitges.
Su ubicación y su originalidad en cuanto a su arquitectura exterior e interior impresionaron mucho a la gente en la época de su construcción. Se volvió famosa por las visitas de personas célebres, la organización de bailes y la interpretación de operas por artistas italianos.
Los archivos del municipio señalan la evolución de las transformaciones y de las construcciones de las casas de los americanos. En ellos se notan la época y las circunstancias en las cuales fueron realizadas tales como los medios técni cos utilizados. Así se toma conciencia de las modificaciones de la configuración que podía ofrecer el pueblo de Sitges, en razón de la construcción de nuevas y magníficas casas en unos lugares donde antaño sólo existían unas casuchas.
Tal evolución y tal progreso se debe no sólo a las aportaciones económi cas traídas por los americanos sino también a su acción social y a sus estilos de vida.
Más tarde, con la expansión de la ciudad y el crecimiento de su fama, ciertos americanos hicieron construir unas casas para facilitar el alojamiento de un número creciente de turistas como fue el caso de las casas de Bernardo Fernán- dez en la Ribera (1908).
De una manera general, es conveniente subrayar que la mayor parte de esas casas fueron construidas por unos arquitectos famosos en aquella época, los cuales dejaron marcas personales en numerosos detalles.
Así, los que rompieron, de cierta manera, con la tradición y que se habían casado con señoritas cubanas y se habían vuelto a Sitges, consideraron, muchas veces, que su instalación en esta ciudad no se volvería definitiva y tam- poco tan larga como lo habían imaginado. En realidad, el clima del Mediteranéo, las características de la vida local, las costumbres, las actividades u otras razo- nes quizás no llegaron a convencer las esposas que se instalaran para mucho tiempo; entonces decidieron vender su casa y emigrar de nuevo. Fue el caso de Pere Carreras y de su esposa Angeles Quintana, los cuales vendieron su casa en Pau Barrabeig y se volvieron a Nuevitas (Cuba) luego de Manuel Jacas i For- ment el cual, poco tiempo después de la inauguración de su casa de la calle de Port Alegre, la vendió de nuevo a su hermana Magí, y se fue con su esposa Luisa Castillo a Santiago de Cuba sin volver ni una vez a Sitges.
Hubo otros que ordenaron la construcción de una casa en Sitges, y no tuvie- ron verdaderamente la oportunidad de aprovecharla, ni tampoco de quedarse para su vejez en razón de circunstancias diversas de la vida. Fue el caso de Francesc Julià Palmeta y Francesc Bartés Marsal quienes murieron el uno en Aguadilla y el otro en La Habana, sin haber tenido aun la posibilidad de ver ni una vez la casa con la que habían soñado desde mucho tiempo.
Además, si viene a ser posible numerar todas las construcciones que fueron realizadas en la época de la corriente modernista, resulta fácil enumerar a los americanos de Sitges, más o menos acomodados,13 entre los cuales se cuentan Antoni Almirall, Agustí Amell i Milà, Loan Arias i Vidal, Josep Barnet i Albareda, Pau Barreig i Bertran, Francesc i Marsal, Frances Bartés, Bonaventura Blay i Milà, Jaume Brassó i Mainés, Bartomeu Carbonell i Mussons, Josep Carbonell i Mussons, Josep Carbonell i Pascual, Llorenç Cardó i Mirabent, Pere Carreras i Robert, Josep Ferrer i Torralbas, Jaume Hill i Forment, Manuel Jacas i Forment, Rafael Llopart i Ferret, Bartomeu Misas i Rosés, Manuel Planas i Carbonell, Joan Robert i Brauet, Antoni Serra i Ferret (Americanos, 1998: 253-254).
Así, no se puede poner en duda el hecho que los americanos participaron en el crecimiento de la nueva ciudad de Sitges como en la modificación de su aspecto arquitectónico que viene a ser una de sus características, hoy en día.
Además, podemos añadir también que si la ciudad de Sitges tiene un pasado, se lo debe, en parte, a lo que han traído los americanos, auténticos pro- motores de la transformación de la ciudad cuyas casas constituyen una particu- laridad típica de su arquitectura. La inauguración de la vía férrea en 1881 y la construcción de la carretera completaron su evolución. La burguesía catalana aprovechó la situación para hacer de Sitges el lugar donde veraneaba y los ame- ricanos que vivían a menudo en la capital, poseían allí su residencia de veraneo.
Más aún, sus descendientes o los responsables oficiales del ayuntamiento supieron restaurar y conservar sus edificaciones singulares o sea 90 casas en el centro de la ciudad entre las cuales 29 son de estilo modernista. Así, todos contribuyeron de una manera u otra a hacer de este pueblo de pescadores lo que ha llegado a ser, hoy día, es decir una ciudad famosa por su rico patrimonio tanto inmobiliario como arquitectural, llegando a ser, así, una verdadera atrac- ción turística desde un punto de vista cultural.
Las casas de los americanos de estilo modernista
(Clasificación hecha por la denominación de los edificios, la fecha de la cons- trucción, el apellido del arquitecto y la ubicación).
• Casa de Josep Carbonell, 1888, Jaume Suñé i Juncosa, Carrer Illa de Cuba.
• Plana Novella (casa de Pere Domènech i Grau), 1890, Manuel Comas i Thos, Massís del Garraf (Olivella).
• Villa Rosa (casa de Jaume Hill i Forment), 1893, Jaume Suñé i Juncosa, Carrer Santiago Rusiñol.
• Casa Rafael Llopart (se acabó la construcción en 1893), Jaume Suñé, Carrer Frabcesc Gumà.
• Cau Ferrat (casa del pintor Santiago Rusiñol), 1893-1894, Francesc Rogent i Pedrosa; Carrer Fonollar.
• Casa Isabel Ferret de Martorell, 1899, Enric Sagnier i Villavecquia; Passeig de la Ribera.
• La Pleta, 1900, F. Berenguer; Massif du Garraf, Sitges.
• “Villa Avelina” (casa de Bonaventura Blay), 1901, Gaietà Buïgas; Carrer Illa
de Cuba.
• Casa Pere Carreras, 1906, Josep Pujol Brull; Carrer Francesc Gumà.
• “Villa Lola” (casa de Josep Barnet Albareda), 1907(reconstruida en 1976);
Passeig de la Ribera.
• “Villa Anita” (casa de Josep Ferrer i Torralbas, 1900, Gaietà Buïgas i Mon-
ravà, Carrer Santiago Rusiñol.
• Casa Bartomeu Misas, 1901, Salvador Viñals, Carrer Major.
• Casa Antoni Serra, 1902, Salvador Viñals, Passeig de la Ribera.
• Casa de Pere Carreras, 1906, Josep Pujol i Brull, Carrer Francesc Gumà.
• Villa Havenmann “ Ave Maria ” (rehabilitación de un edificio), 1907, J. Domè-
nech Estapà; Carrer Artur Carbonell.
• Casa Simó Llauradó, 1908, Gaietà Miret; Hotel Celimar, Passeig de la
Ribera.
• Casa Marina Planas, 1908, Gaietà Miret; Passeig de la Ribera.
• Casa Antoni Carreras, 1908, E. Mercader; Carrer Francesc Gumà.
• Villa Subur, 1908, Juli Battlevell; Avinguda Artur Carbonell.
• Casa de Manuel Planas, 1908; Gaietà Miret; Carrer Illa de Cuba.
• Casa Gili Casanovas, 1909, M. Coquillat; Passeig de la Ribera.
Casa Ferratges, 1910; Carrer de Espanya.
• Casa Joan Robert Brauet, 1911; Carrer Sant Bartomeu.
• Casa de Bartomeu Carbonell, 1913, Ignasi Mas i Morel, Pl. Cap de la Vila.
• Casa de Joan Arias, 1915, Josep Graner; Carrer Illa de Cuba.
• Casa Llorenç Monserrat, 1915, Josep Graner; Passeig de la Ribera.
• Casa Catasús Soler, 1915, Josep Graner; Passeig de la Ribera.
• Casa Pilar Parellada, 1916, J. Domènech Estapà; Passeig de la Ribera.
• “Sínia del Gall” (casa de Pau Barreig i Bertran), 1926, Josep M. Martino
Arroyo; Carrer AnselmClavé/Pere Jou.
Bibliografía citada
AMERICANOS (1998). —- Indianos. Arquitectura: Urbanisme al Garraf, Penedès i Tarragonès (Baix Gaià). Segles XVIII-XX. Vilanova i Geltrú: Biblioteca-Museu Balaguer. BOHIGAS, Oriol (1973). Reseña y catálogo de la arquitectura modernista. Barcelona: Editorial
Lumen.
DELGADO RIBAS, Joseph (1982). “La emigración españnola a América Latina durante la
época del libre comercio (1765-1820). El ejemplo catalán”. Boletín Americanista, Bar-
celona, 4, pp.115-138.
DELTELL, Bernat (2001). «Els palaus dels americanos». Avui, Barcelona, 19 de agosto, pp 18-23. SÁNCHEZ-ALBORNOZ, Nicolás (1998). Españoles hacia América; la emigración en masa,
1880-1930. Madrid: Alianza Editorial.
YAÑEZ GALLARDO, César (1988). Cataluña: un caso de emigración temprana. Madrid:
Alianza Editorial.
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