MICHAEL MITCHELL, 27 años.
Los atentados del 11 de marzo en Madrid del 2004, revelaron entre otras muchas cosas que España ya era un país donde la multiculturalidad era un hecho evidente. Las 17 nacionalidades entre 191 muertos generadas por el atentado, estudiantes o trabajadores que iban en los trenes, desveló este hecho.
Yo me enteré de que había un cubano MICHAEL MITCHELL en el tren, cuando compré el periódico El País, en Milán, donde estaba de viaje por mi cumple. No podía conciliar estar feliz por conocer por fin Venezia, era un sueño especial que tenía y el hecho de ver que hasta un emigrante cubano como yo, también había fallecido.
No obstante, me encantaría que si alguien que lee mi post, conoció ha este chico en Madrid, me envié más datos de él, para saber que pasó con su familia tras el suceso y conocerlo más...
MICHAEL MITCHELL.
Quería poner agua corriente en su casa de Cuba
OBRERO / 27 AÑOS / CUBA
Era de Marianao, vivía en Vallecas, Madrid. La ilusión de su vida era volver a Cuba para montar en casa de su padre una instalación de agua corriente. También quería viajar a EEUU para pasar unos días con su hermana, Alba, y con su sobrina, de 18 años. Durante el día trabajaba en la construcción, colgado de un andamio, limpiando fachadas. Por la noche, repartía pases a la puerta de una discoteca del calle madrileña de Huertas. Pero después de tres años residiendo en España, Michael Mitchell Rodríguez, trabajaba y trabajaba y no lograba reunir lo suficiente para cumplir sus sueños. El dinero se le iba en esos envíos que, puntualmente, hacía llegar a su familia y en llamadas de teléfono a Cuba. Tenía una relación increíble con su padre, le llamaba a menudo", relata Diamelis. Cuatro días antes de su muerte, acompañó a otra amiga hasta un locutorio. Cuando ya estaban en la calle, él se paró y dijo: "Tenía que haber llamado yo también". Regresaron. Pero nadie contestó a los timbrazos en Marianao.
OBRERO / 27 AÑOS / CUBA
Era de Marianao, vivía en Vallecas, Madrid. La ilusión de su vida era volver a Cuba para montar en casa de su padre una instalación de agua corriente. También quería viajar a EEUU para pasar unos días con su hermana, Alba, y con su sobrina, de 18 años. Durante el día trabajaba en la construcción, colgado de un andamio, limpiando fachadas. Por la noche, repartía pases a la puerta de una discoteca del calle madrileña de Huertas. Pero después de tres años residiendo en España, Michael Mitchell Rodríguez, trabajaba y trabajaba y no lograba reunir lo suficiente para cumplir sus sueños. El dinero se le iba en esos envíos que, puntualmente, hacía llegar a su familia y en llamadas de teléfono a Cuba. Tenía una relación increíble con su padre, le llamaba a menudo", relata Diamelis. Cuatro días antes de su muerte, acompañó a otra amiga hasta un locutorio. Cuando ya estaban en la calle, él se paró y dijo: "Tenía que haber llamado yo también". Regresaron. Pero nadie contestó a los timbrazos en Marianao.
Hacía un año que a Michael le habían dado los papeles. Pero seguía luchando por sus compañeros para que la Administración les hiciera caso. Le hervía la sangre al ver las dificultades por las que tenían que pasar los suyos mientras el Gobierno miraba hacia otro lado. Aun así, nunca perdía la sonrisa. Sus amigos dicen que era luchador, emprendedor, alegre y muy divertido. Recuerdan que siempre decía que «sólo tenemos una vida y hay que disfrutarla, vivirla al máximo». A Michael le encantaba el baile, el baloncesto, las playas de Andalucía y las canciones de Nino Bravo. Hablaba mucho, "contaba las películas y casi las veías". Le encantaba el cine, El señor de los anillos, las artes marciales del actor Jet Li, la playa, la PlayStation ("se entusiasmaba como un niño") y la música cubana, de Benny Moré a Orishas. Andaba siempre con sus auriculares. Dos días antes del atentado había ido a un concierto de la Charanga Habanera. Y pensaba asistir a otro el jueves. Michael decía siempre a sus amigos: "Tenemos una sola". Y a la pregunta "¿una sola qué?", él respondía: "Una sola vida, y hay que disfrutarla"
El 11 de marzo iba a trabajar a Getafe. Iría con su discman, que siempre llevaba encima, oyendo algo de salsa, recuerda una amiga. Ese día habían quedado para comer, pero el terrible atentado impidió que los dos amigos se reunieran. (Notas sobre su vida publicadas por varios periódicos españoles)
No hay comentarios:
Publicar un comentario