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sábado, 5 de noviembre de 2016

A Helen le nieva, a mi me niebla. Otoños muy distintos.

        Foto. Helen Kierulf Svane. 4 Nov. 2016.


Mi amiga Helen vive en Noruega y acaba de caerle su primera nevada en noviembre. En estos días en Barcelona comenzaron las primeras nieblas intensas. Helen sabe muy bien del sol en Barcelona, no sólo por haber venido varias veces, sino porque además, lo hizo este verano con su hija que disfrutó con la mía parte del verano aquí, incluye paseos y baños en la Barceloneta.
Una amiga de Miami,  tras uno de mis post sobre la Boira, niebla en catalán. Me preguntó por messenger.., ¿de verdad te pones más triste en otoño?

Claro, para un poeta es pregunta trampa, quizás porque en la tristeza y la contracción personal estamos en nuestra personal salsa, o sea, nos gusta. Pero la diferencia cuando te cambia el paisaje de sol a gris otoñal, es muy atonal. Es de un agudo a un grave en centésimas de segundos. 
Quizás la tristeza en primavera está asociada a un relato personal de desamor, enfermedad, libro, o música nostálgica. Pero cuando sales el sol te quita casi todas esas frivolidades pasajeras.
En otoño, si escuchas blues o jazz, si padeces desamor, si alguien falta a una cita y te quedas sentado solo en el restaurante mirando el móvil con su wasahaps ... "No puedo ir," al salir, la niebla no te salva de tus pensamiento, te hundes en ella, intentas ver y no ves aunque todos te vean triste.

Cuando veo que mis amigos como Helen que ya están nevados, me retraigo a mi llegada a París en 1999. También en noviembre, pero con -4 grados. Había dejado 29 grados en LaHabana. O para ser exacto, perdí  33 grados en el viaje. No ví mientras iban cayendo de mi interior al vacío escondiéndose entre las nubes... Iba feliz de soltar lastre. Iba feliz.

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