Deseos, caídas y otras herejías
Existe el consenso de que no hay temas nuevos ni viejos, elevados o bajos, sino tratamientos. Sin embargo, por otro lado, no se han clausurado aún los debates en torno a si un premio es, o no, un modo de legitimar la eficacia literaria de un autor, y si un solo libro basta para certificar su oficioescritural.
La caída y otros deseos de Arsenio Rodríguez Quintana, - premio Calendario 1998, -de ámbito nacional de cuentos cortos en Cuba, - pudiera ser, a modo de ejercicio, un punto de partida para pincelar lo antes referido. Pero sólo un punto de partida, pues tampoco un ejercicio alcanza la suma de puntualidades necesarias para construir (prefigurar acaso) una cartografía crítica.
Arsenio Rodríguez, como muchos otros narradores que en su momento la crítica (o la ausencia de esta, qué más da) sindicaría como “hornada de los posnovísimos”, y que una parte de ellos fueron recogidos en la antología El ánfora del diablo (que su compilador, Salvador Redonet, no pudo ver en vida) llegarían, en pleno arrecio del período especial, a la literatura cubana para quedarse. Esto es, hoy, un hecho. Tanto por la polémica desatada entorno al fenómeno conceptual de posnovísimos, como por los temas emergentes que trataban y la innegable impronta literaria que rezumaba la mayoría de estos autores.
Más allá de que la promoción de sus obras fue (y es) ineficiente en detrimento de un “período literario”, digamos que la “suerte” de Arsenio Rodríguez correría otros derroteros gracias a queLa caída y otros deseos se alzara con el premio Calendario.
No se trata de maximizar la importancia del premio, sino de que este propició visibilizar, en alguna medida, la estatura narrativa de un autor que hasta ese instante, y a instancias de la crítica (o la ausencia de esta, qué más da) estaba suscrita a las muros y arquitecturas de aquella “hornada de los posnovísimos”.
Casi es un paralelismo, desde la metáfora y la licencia que es dable cuando se escribe sobre o desde la literatura el cuento La caída con aquel proceso, que la historia no ha dicho aún si fue para bien o para mal:
(…) Hay formas en que suelen estar encuadernados los recuerdos con nuestras emociones, que a pesar del ángulo en que se intente meditar sobre ellos para evitar su salida, se niegan a permanecer ocultas e inmóviles en un punto del pasado cargados de mutismo. Tienden a salir bajo cualquier pretexto.
La caída que ya dura seis años en mí, la recuerdo como un golpe que nos teje el movimiento sobre ciertas costumbres.
Esa tarde Fina y yo juagábamos entre las literas. Hubo un momento en que quise acumular energía para otro juego de emociones.
Ella no se percató y, aprovechando que no la estaba mirando, comenzó a acercarse para empujarme con un suave toque. Yo estaba desequilibrada con un pie en el aire y otro aguantando mi eso debajo de los muslos, los brazos los tenía ocupados sacándome una blusa negra sin mangas que me ponía después del almuerzo. En esta posición caí al suelo.
Mientras fui cayendo todo pareció distinto, la litera barnizada con ese color beige se fue poniendo verdiamarilla con la gravedad del vuelo.
Esto me creó tantas dudas, que no supe diferenciar si era yo la misma que estaba cayendo, o la otra que un rato antes, jugaba.
Esto me creó tantas dudas, que no supe diferenciar si era yo la misma que estaba cayendo, o la otra que un rato antes, jugaba.
El dolor no fue tan importante como el hábito que conservé en lo delante de estarme mirando los senos cada vez que me desnudaba ante las aguas de cualquier espejo y de mirar los de cualquier amiga que estuviera cerca cambiándose, incluso pasado los años, reconozco que esa costumbre a marcado mi carácter. Pienso con severidad que la belleza de una mujer comienza y termina ahí. La cicatriz es la huella que ha quedado en mis senos después que extirparon los nódulos. Ella es en realidad quien ha durado años y no envejece con el desgaste que proporciona el tiempo en el camino. Porque los senos de una joven de quince años son más importante que un puente, y un puente en mi provincia es como un labio, la ciudad de los puentes. Los senos uno se los ve crecer buscando un color mientras los ampara la adolescencia en esas dudas. La caída fue el final de mi forma anterior. Ayudó a concentrar mis recuerdos eróticos de plena adultez, apenas la adolescencia. Gustarán. Volverán a ser realmente bellos como dice la doctora, me pregunto con frecuencia.
A veces quisiera que la huella se convirtiera en el lunar de Sayoko la japonesa, para que salga de mí sin dolor como la piel de un frijol asado resbalando sobre mis dedos.
Pero la realidad no complace a la ilusión como el sueño a mi cuerpo. Solo queda la esperanza de que algún hombre vea la señal en mis senos que sus ojos buscan para salir de su cuerpo.
A decir de Margarita Mateo sobre estos diez cuentos, Arsenio Rodríguez suele escribir con la voz de otro, quebrando desde el fondo de su apropiación la ilusoria testimonialidad de su escritura. Estos relatos presentan por lo general una voz femenina que deviene máscara del autor en su acercamiento a la experiencia ajena, camuflando el testimonio directo. Poco o mucho habría que agregar a estas afirmaciones, en dependencia de lo que se quiera indagar o establecer. Es el propio Arsenio Rodríguez quien lo desliza al final del cuento que se cierra La caída y otros deseos: (…) cuando una joven, cree que ha intentado lo más difícil, sabe que ha tenido la ilusión de vivir en peligro, aunque su existencia haya sido silenciosa y la sucesión de su oleaje haya sido manso. Después que pasé la beca, los jóvenes con que he compartido la soledad que me rodea, sólo se acercan, se alejan, y se vuelven como elementos de otra historia.Lo cierto es que, La caída y otros deseos revela la eficacia de su autor en el tratamiento de los temas, y aun cuando un premio no es más que un fragmento de historia escrita a ciegas hay claves que vislumbran a este sólo libro, no para establecerlo como el clímax, pero sí para inscribir a su autor como un narrador de recio oficio. Más allá de otras indagaciones a destiempo, por supuesto.
publicado en la web © Asociación Hermanos Saíz. 2010.
Des)h ojeando el Calendario
Si deseas una copia (PDF) gratis del libro La caída y otros deseos envía un Mail (arkolano@me.com)
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