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domingo, 25 de junio de 2017

Mercerías de Gràcia. Cada vez quedan menos para mi dolor. Barcelona.

Las mercerías de Gràcia son de lo que no hay ya. Esos pequeños negocios privados casi siempre familiares de personas entrañables que conocen todos los entresijos del barrio y han visto crecer a todos. Vistiéndolos y ayudando a recuperar ropa. Aquí se inventó el reciclaje antes que llegara el prè ta porte.
Las mercerías son la esencia de este barrio barcelonés, aunque van muriendo con cada retiro de sus dueñas.  Van muriendo con la modernidad y las baratijas del mundo asiático.
Si te gusta la infraestructura de la costura y sus múltiples detalles y accesorios, es aquí donde recuerdas un mundo. La Barcelona que no viví. Yo mientras pueda seguiré entrando.
Para mí es un expo vintage. Un paseo por la memoria. Y llevo a mi hija y le enseño un mundo que apenas tiene presencia en su vida cotidiana. Dedales, cientos de tipos de botones diferentes, hilos de todos los colores y tipos.  Siempre le digo que su abuela cuando ha venido de Cuba, entraba aquí a recordar su pasado en esa isla.  Y su abuela de Miami, en Cuba los domingos se sentaba en el sofá a remendar calcetines. Con una bola de madera bellísima que facilitaba la cocerlos. Siempre con su dedal para no dañarse los dedos.
Algunas para hacer algo de caja necesitan vender ropa interior, pijamas y batas y otros argumentos necesarios para el barrio y su clientela. .

Cada vez quedan menos. Entre comercios de baratijas asiáticas de todo tipo, y grandes almacenes esta vida desaparece, casi cien años después de haber surgido muchas en las primeras décadas del siglo XX. Como el vinilo y su soporte: el tocadiscos. A veces la nostalgia es historia. No hay que vivir en ella, pero si saber que existe.

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