páginas vistas

viernes, 22 de abril de 2011

La Luna del Guadalquivir: Semana Santa sevillana

La primera vez que oí hablar de los pasos de la Semana Santa fue en La Habana. Una amiga sevillana, Ana Sánchez, me contó con gestos y pantomimas cómo la gente veía, gritaba y adoraba el paso del palio de La Esperanza de Triana lleno de orquídeas por tóa Sevilla. Aquel año ha sido el único que ella faltó a la Semana Santa pero me la hizo visible a través de palios, misterios, chicotá, saetas, cirios, capirotes y madrugá, me parecían palabras de otro mundo posible y lo eran. Me reía viéndola representar con las manos la carga pesada de los costaleros. La recuerdo en casa contándome algo imposible de transmitir. Con los brazos en alto que acortaban el largo de su camiseta donde rezaba: Triana, república independiente.
 Lo más impactante para mí de las semanas santas que he vivido en Sevilla,  ha sido la cita cada año con luna sobre el Guadalquivir, una luna llena única que estoy seguro que solo existe para dar escenografía a esta semana. Que es la única semana en el mundo occidental que tiene ocho días. La semana santa sevillana tiene: lunes santo, martes santo, miércoles santo, jueves santo, Madrugá, viernes santo, sábado santo y domingo de resurrección.
La madrugá, más que seis horas, es todo un día, y más. Teniendo en cuenta que esa madrugá salen por las calles de esta ciudad 800 nazarenos del Cristo del Silencio, 2.400 nazarenos de la basílica del Cristo del Gran Poder, 2.400 nazarenos de la Virgen de la Macarena, 1.900 de la Esperanza de Triana y casi otros dos mil entre el Cristo del Calvario y el Cristo de los Gitanos, esa madrugá que casi tiene entre turistas y nacionales un millón de personas siguiendo las procesiones, como si en ello les fuera la vida, se entiende porque los sevillanos sin permiso oficial, añaden un día más a esta semana para que pueda sostener el peso de sus cruces llevadas por misterios y palios.
Es un espectáculo que no está construido para turistas, sino para el pueblo, es decir, para sí mismos. El escenario es Sevilla, los actores, toda la sociedad o su inmensa mayoría. Ir tras una procesión les da poder. Si esta semana nació en el espíritu de la contrarreforma del siglo XVI para rendir culto público a unas imágenes, en el siglo XXI, esta fiesta es un placer, que saca sus imágenes artísticas a la calle, cosa que no hace ningún otro museo, y que más de uno solo las ven de esta manera.
La música, es otro protagonista, las bandas invaden la ciudad, no sólo en la calle y en los bares, también en las mentes de niños acabados de nacer, muchos los llevan vestidos de nazarenos con su costal, un acontecimiento singular para mi experiencia.
Treinta y cinco años y nunca había visto una procesión... Solo había ido en peregrinación un diecisiete de diciembre al santuario de San Lázaro, en el pueblo de “El Rincón”, a unos treinta kilómetros de la capital. Único acto de fervor religioso que permitía el comandante verde. La trayectoria de esta peregrinación me impresionó, para ser un país con una constitución socialista, que no la permitía, sencillamente la toleraba, pues la Siberia nos quedaba demasiado lejos para enviar a todo el que se tomara esta libertad.
El grado de espectacularidad máximo de la semana se alcanza cuando al amanecer de la madrugá en la parte sevillana del puente de Triana, aparece La Esperanza de Triana justo a la entrada del puente. Allí la esperan todos para cruzar... Si te sientas en el muro breve de la calle Betis (el que fue mi malecón habanero sevillano) justo en el muelle de sal, tienes la sensación casi mágica de que la virgen vuela por encima de las cabezas sin hacerle daño. El reflejo y las voces que guarda el Guadalquivir cada año de este suceso es la verdadera memoria de esta ciudad.

Viendo a la Macarena fue la primera vez que he visto llover flores, y me gustó, aunque me encantaba la canción de Juan Luis Guerra, el dominicano, que quería que lloviera café. La vi pasar por la calle Feria y fue revelador escuchar gritar: ¡Guapaaaaaaaaaaaaaaa! ¡Tú ere la má Guapa de tó Sevilla! Creo que comencé a entender el concepto de “guapa” en Sevilla.
Todo esto que cuento se va al traste, cuando amanezco hoy y veo en el facebook que mi amigo Jancinto (mi nervio personal y vigía de Sevilla) ha escrito que está lloviendo en Sevilla, esa es la peor traición que le hace el tiempo a la ciudad en semana santa, que llueva. Cuando llueve un Jueves, donde salen las procesiones más importantes en el rostro de muchos sevillanos sin que hablen se puede sentir la tristeza; en Ana, que va cada año con sus niños desde el Reino Unido, más que tristeza se percibe: dolor y resignación.