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jueves, 13 de febrero de 2014

Marilyn Monroe lee Ulises de James Joyce.

Ya sé que no es difícil advertir que Marilyn no está leyendo seriamente a Joyce, por una sencilla razón. Yo que llevó leyendo desde que mi madre me regaló El último de los Mohicanos, hace cuarenta años puedo asegurar que la novela que tiene en las manos de casi ochocientas páginas, es imposible sostenerla mucho tiempo en esa posición de equilibrista, nada menos que sobre un listón de manera de un tío vivo. No obstante, creo que sí sabía de que iba la novela, pues la tiene abierta casi al final, en el capítulo erótico, o sea, en el monólogo interior de Molly, el No 18. 
Conociendo su erotismo personal, que hizo de su cuerpo una imagen ícono mundial del siglo XX, estoy convencido que al menos estas páginas si las leyó...
Además, creo que coger y abrir el libro por este capítulo es una señal que envió al futuro a los que sí sabemos de que va este libro, y desea convencernos de que su erotismo no era una novedad, que James Joyce había abierto la puertas para que entrara todo el aire erótico posible nada menos que en 1922, en París cuando públicó esta novela... Dejar esta promoción para la lectura y que hablemos en un futuro de su nombre asociado a esta novela, me parece un acto extraordinario para una actriz y modelo que muchas y muchos cualifican de tonta.
Estoy seguro que Joyce donde esté tendrá que estar contento por saber que Marilyn Monroe tuvo su libro sobre sus piernas, desnudas, perfectas, con crema y las uñas pintadas de color perla.
Tengo en casa a Borges, Joyce, Lezama, Chemtalinski, y Cabrera Infante todos juntitos sobre mi cabeza mientras duermo, cuando tengo insomnio recurro a ellos si lo que leo no me llena.