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miércoles, 28 de marzo de 2018

Un funcionario de la prisión de Junqueras y Forn se solidariza con ellos. Estremece su relato.


*Ahora les ha tocado a estos gatazos de Cataluña, pero ya sabéis que hay otras especies por ahí en el punto de mira de la escopeta del cazador; y las van abatiendo con una brutalidad que solo puede explicar un odio afilado de clase contra clase: loros raperos, perros chistosos de Mongolia o inteligentes sepias de Arco.* José Ángel Hidalgo. Prisión Estremera.


Estremecedor relato de un funcionario de la prisión de Extrenera donde está Forn y Junqueras. Sabemos que no todos los españoles apoyan el disparete judicial y cárcelario, en que Rajoy intenta resolver el Procés independentista catalán. Es maravilloso leer a este funcionario de cárceles y escritor, su verguenza por tener que ver entre rejas a los consellers catalanes y a Junqueras.

(He escogido solo un fragmento final del texto. Antes solo hablaba de las diferencias entre un guardia civil y un funcionario)

Ay, qué quinteto de gatazos. Constituye una visión tremenda ver cómo toman a la mañana su leche, al mediodía comen su plato de carne flatulenta, caminan a la tarde sobre el lomo de los tejados golpeados por el viento de esta primavera convulsa que sacude las hermosas vegas del Tajo; al crepúsculo, si amaina y no llueve, cuando el sol agonizante incendia las cuchillas de las concertinas, se puede ver a Junqueras y Forn jugar al tenis; lo hacen con la extraña agilidad de felinos de alzada y regordetes, y a mí me resulta un suplicio observar cómo estiran el lomo entre elásticos bostezos cuando fallan una bola, más que toda la miseria que os he contado de mi trabajo multiplicada por mil; sí, aún más que cien toneladas de vómitos y sangre juntos, más que todos los orines sobre los que haya resbalado y caído, o palpado en los vericuetos de un retrete en busca de un pincho carcelario. 


Y me revuelvo en estas angustias al verles jugar al tenis porque cuando decidí dar el paso de ser funcionario de prisiones sabía perfectamente lo que hacía; de sobra me informé de la miseria a la que me iba a enfrentar; “siempre encontraré un resquicio de luz en semejante tribulación”, pensaba; pero nada me hizo sospechar que iba a ser usado, sí, USADO como funcionario público, para resolver de forma ignominiosa un problema que es tan solo político. 

Lo mismo que han usado a la Policía Nacional y a la Guardia Civil: solo que a ellos se lo van a compensar con los 500 euros limpios del ala al mes que decía: ese dinero prometido es para que tengan buena disposición de ánimo, digo yo, por si hay que volver a romper la crisma a los que quieran cometer el pavoroso crimen de votar. A nosotros no nos los van a dar, los 500 euros, y eso que somos esenciales en esa estrategia patibularia del Gobierno: ¡CÁRCEL, CÁRCEL Y CÁRCEL para el que piense torcido!

Por eso quiero que al menos me den esos 500 euros, porque ver a esos gatazos encerrados en Estremera me supone morirme de una vergüenza absoluta; es una vergüenza tal que me hace insoportable acercarme cada día a cumplir con mi turno de trabajo; es la vergüenza democrática de tener que sufrir el espectáculo de cinco hombres atrapados en prisión por “crímenes” políticos. 

Esto es así, es lo que sé, es mi convicción, escuchadme, por favor, y despertad, que estáis todos como dormidos, que parecéis atontados: esta vergüenza no es tan solo para mí o para mis compañeros funcionarios, es una vergüenza para todo un país, España, que siempre defrauda, que siempre fracasa, que siempre hiere y hace sangrar con el pico roto de sus históricas disputas. 

Ahora les ha tocado a estos gatazos de Cataluña, pero ya sabéis que hay otras especies por ahí en el punto de mira de la escopeta del cazador; y las van abatiendo con una brutalidad que solo puede explicar un odio afilado de clase contra clase: loros raperos, perros chistosos de Mongolia o inteligentes sepias de Arco.

Ya que no se os escapa lo que me juego con estas palabras, os pido que cuando esta vergüenza que se extiende como lámina húmeda, como venda usada de enfermo, un día sintáis que os aprieta al fin el alma, recordad lo que decía este humilde funcionario del Estado que solo reivindica que no lo usen como pañuelo para limpiarle los mocos al Gobierno; y si es así, que al menos le den por ello un pequeño plus de 500 pavos limpios al mes, que es el precio tasado que el ministro del Interior le ha puesto a su alma. Ah, y gracias por leerme.

Diario El Público.

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José Angel Hidalgo es funcionario de prisiones, periodista y escritor. Autor de Sal en los zapatos (editorial Verbum), trabaja en el Centro Penitenciario de Estremera (Madrid VII) desde hace casi diez años, cuando fue inaugurada por Francisco Granados. Por deseo expreso del autor publicamos también su fotografía.