Tras las cartas y los regalos que me trajeron de la isla hace dos días, en mi sueño, la incertidumbre por la muerte del máximo líder seguía intacta. No obstante, contrario a lo que imaginé desde Europa, me adapté rápido y volví a los paseos matinales saliendo de mi casa en calle 17 en el Vedado hasta el mar. Volví a mirar los lugares donde escribí mis primeros versos: La playita de 16 y Malecón, detrás del Vedado Tennis Club que perteneció a la poeta Dulce María Loynaz del Castillo; el jardín de la primera casa modernista habanera que perteneció a Catalina Lasa, y sobre todo anduve todo paseo desde la calle 19 hasta la Universidad para ver de cerca el impenetrable castillo del Príncipe que siempre me pareció alto hasta que conocí el Castillo de Carcassonne al sur de Francia. Andar toda la avenida de 23 y detenerme en la Cinemateca fue raro, estaban las mismas personas afuera que solían ir cuando yo estaba allí, pero no conocía a ninguna y sus miradas me hacían parecer un extraño.
Me asombró que ya no quedaban familias del barrio que no tuviesen a un familiar en el extranjero: Estados Unidos o Europa y les parecía bien. La sensación de volver era indescriptible, aunque los militares vestidos de verde me parecieran de videojuegos, no les tenía miedo, eran de cartón mal hechos, y mi hija los miraba.
Me asombró que ya no quedaban familias del barrio que no tuviesen a un familiar en el extranjero: Estados Unidos o Europa y les parecía bien. La sensación de volver era indescriptible, aunque los militares vestidos de verde me parecieran de videojuegos, no les tenía miedo, eran de cartón mal hechos, y mi hija los miraba.
Eso sí, sentí que mis viajes virtuales con Google Earth desde Barcelona en fase cuervo solitario, no sirven de nada porque carecen de olor y los olores son una parte increíble de esa isla.
Descubrí en sueños que ya no soy de allí, cuando intento convencer a mi niña delante de mi guardería, Los Zapaticos de Rosa, en la esquina de Línea y 12, que también tuve su tamaño en un lugar tan lejos de donde ella nació en Barcelona.
Nadie, ni mi madre, saben que rastreo toda la ciudad como un fantasma endeble sin necesidad de pedir un permiso de entrada (previo pago) al consulado cubano mientras ellos duermen. El poeta Góngora, en 1584 ya había resuelto en versos mi problema:
Descubrí en sueños que ya no soy de allí, cuando intento convencer a mi niña delante de mi guardería, Los Zapaticos de Rosa, en la esquina de Línea y 12, que también tuve su tamaño en un lugar tan lejos de donde ella nació en Barcelona.
Nadie, ni mi madre, saben que rastreo toda la ciudad como un fantasma endeble sin necesidad de pedir un permiso de entrada (previo pago) al consulado cubano mientras ellos duermen. El poeta Góngora, en 1584 ya había resuelto en versos mi problema:
El sueño (autor de representaciones), en su teatro, sobre el viento armado,
sombras suele vestir de bulto bello. Síguele; muéstrale el rostro amado,
y engañarán un rato tus pasiones dos bienes, que serán: dormir y vello.
sombras suele vestir de bulto bello. Síguele; muéstrale el rostro amado,
y engañarán un rato tus pasiones dos bienes, que serán: dormir y vello.