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lunes, 3 de septiembre de 2012

La Lupe y Freddy: boleristas cubanas únicas / Melomanías


  
Guillermo Cabrera Infante con su literatura se encargó de que Freddy no muriera; el cineasta español Pedro Almodóvar, por su parte asumió   recuperar la voz de La Lupe para sus películas en los noventa. Ambas    habían abandonado la isla antes de morir, una a Puerto Rico, Freddy; la otra a Nueva York. Hoy por suerte vuelven a brillar por sí mismas. En las dos se cumple que la  generación nacida en Cuba de 1961-2001 no tuvo la oportunidad de escucharlas en ninguna emisora de radio local ni nacional a pesar de ser cubanas. 

Ellas,  responde al título de un CD que incluye las primeras huellas sonoras en  discos que hicieron en La Habana,  Guadalupe Victoria Yoli Raymond, alias La Lupe en 1959, y Fredesvinda García Herrera, alias Freddy,  en 1960. Grabaciones  que han sido durante años piezas museables en vinilo  de coleccionistas osados de música cubana, ya que  en cuarenta años de revolución, nunca se volvieron a  editar  en  Cuba estas piezas  clásicas ya, de la música cubana de los años cincuenta y sesenta. Material que  representaran en la obra de cada una de estas grandes cantantes, historias muy diferentes, pero muy necesarias.  Freddy grabó estas canciones como artista exclusiva de los discos Puchito bajo el título homónimo de “Freddy”. Mientras que la Lupe lo hizo con Discuba con el título “Con el Diablo en el Cuerpo”. El CD   remasterizado por  Virgin en su colección Yerba Buena 2000, contienen 20 cortes, correspondiente de diez temas de cada una.
Las grabaciones fueron realizadas en La Habana, a donde habían llegado años antes las dos cantantes: La  Lupe, de Santiago de Cuba, y Freddy de un pueblo de Camagüey. Los dos tienen gran influencia del jazz y el swing de la época. Ambas han sido recuperadas o mantenidas en medios ajenos al canto. 
Mientras que las diez primeras piezas corresponden a  la Lupe  donde se advierte  una calidad vocal impactante, pero en proceso de búsqueda de un estilo, y  se nota que detrás de este proyecto hay una voz y una expresividad que comienza; el disco de Freddy, que ocupa la segunda parte del CD, es un disco cerrado en sí mismo.
Esto no quiere decir que no haya en la grabación  de la Lupe obras destacables.  La pieza  “Con el diablo en el Cuerpo”,  define bastante su personalidad, e incluso proyecta  elementos de su carrera futura que irá consolidando en otras grabaciones. Ella era, precisamente, un diablo en escena, capaz de tirarse contra las paredes del club la Red donde actuaba, entre otras anécdotas que han trascendido de esos años.  Otra característica que la define  es la   carga erótica descarada y genial que despliega  en esta canción citada, y en otras  como; “Es una bomba”; “Fiebre”, en una versión completamente en español, luego la volvió a grabar con partes en inglés. Erotismo que acentúa, con suspiros y  lamentos que imitan estados de placer orgiásticos muy poco habituales en cantantes contemporáneas. No obstante estos elementos a favor, tienes otros en contra. Los arreglos no presentan los mismos niveles de calidad, aunque ella intente salvarlos con su expresividad natural. Es de destacar también que la Lupe tienen el mérito, y estas grabaciones son la prueba, de ser una de las primeras cantantes que intenta cubanizar el rock y el ritmy and blues que luego sería el pop que ha llegado a nuestros días tanto en inglés como en español.  A pesar de esto las grabaciones de la Lupe no pasaron inarvertidas para el pueblo y alcanzó una popularidad notable. No es casual que la RCA le otorgara disco de Oro por esa placa  en 1960 junto a  Pacho y Benny Moré.
El CD  a partir del corte 11 hasta el 20 pertenece a Freddy. No sé pero cada vez que lo escucho presiento que todos sabían que un año después, julio de 1961,  moriría. Pues es un disco que tiene las canciones exactas, los arreglos medidos, la contención en la voz perfecta,  un disco que está hecho para un lucimiento en la voz y la consolidación estilo único,   como si la vida  toda cómplice supiera que este iba a ser el único que grabaría. Contrario al de la Lupe, todo este disco está cantado en tiempo de boleros con elementos  de filín, tan fijado  ya en esta época en el pueblo cubano  por otros cantantes como Elena Burke o Benny Moré por solo citar dos ejemplos.
Ahora dentro del disco hay más que canciones alumbramientos al oído. Su versión  de “Bésame Mucho”, de Consuelo Vázquez; “Debí Llorar” de Piloto y Vera; “Tengo” de Martha Valdés, con un acompañamiento de órgano excelente; “El Hombre que yo Amé”, de Gerhwin, que por cierto Omara Portuondo retoma en su disco con Buena Vista Social Club del 2000 y no supera;  y sobre todo “Freddy” de Ela O´Farril, junto a  “La Cita” de Gabriel Ruiz, son inolvidables, porque la voz de Fredy trasmite una serenidad insuperable, su gravedad  sirve para matizar esos boleros, abriendo un discurso sonoro revelador dentro de esos años, que no ha sido superado por otra cantante, aunque la mayoría de sus coetáneas la sobrevivieron.
Es un verdadero acierto haber logrado unir en un mismo CD, ha estas dos cantantes, pues una complementa a la otra sin violentar el discurso musical. Juntas reflejan  el brillo y el clímax a que llegó  el bolero cubanos de esos años y su transformación con las diferentes tendencias musicales que lo fueron contaminando.

Retorno a Barcelona. Atrás, el amanecer y atardecer en Menorca


Llego a la ciudad, Barcelona, y siento un ruido ensordecedor que no entiendo cómo me he acostumbrado a él. Voy desde el barrio de Gràcia a Sant Feliú de Llobregat a recoger el coche que he dejado en el parking de  una amiga, y la estación de metro de Plaza Cataluña me parece un infierno, siento las entradas de los trenes y los raíles como una tortura, peor que los vientos de tramontana en la Cala Morell o en la Torre de Fornells. No me he vuelto zen, ni eco, pero una semana sin esta atmósfera de decibelios te hace más sensible con lo que tienes, lo que pierdes y lo que no deseas tener. 
El paseo de la estación de Sant Feliú hasta su casa, me devuelve cierta paz que creí no encontrar. Luego un CD de París Saint Germain, en mi coche, me devuelve un poco aquella isla donde debe estar cayendo la tarde sobre el Clot de sa Cera, a solo cien metros del apartamento en Cala Blanca donde viví siete días, que no sé si está en mi memoria, o si la tramontana puede habérselo llevado, y me lleva aturdido por la ciudad conduciendo por inercia, pensando en otra vida, en ese otro yo que a veces busco y no encuentro.


Amanecer. No sentía la sensación de isla desde que abandoné aquella donde nací, -aunque Manhattan, en New York lo sea, y estuve hace  ocho meses-. La forma en que bate el viento en una isla, más que viento, es brisa, más que brisa es humedad. El mar busca la forma de ser un viajero accidental dentro del aire que finalmente llega hasta tu piel. He salido con mi hija al amanecer a dar un paseo por las rocas cerca de cala Blanca. Hemos sentido el sonido en directo que nos rodea, el viento ha hecho con su cabello lo que más le gusta. Ha descubierto flores nuevas, y le ha llamado la atención la tipología constructiva mediterránea, donde el arco y el soportal, junto a la abundancia del blanco, le aportan un contexto muy especial a esta zona.

Estuvimos hasta la madrugada sentados al borde de la piscina haciendo un resumen de vida entre amigos que no se ven desde hace unos años. Somos padrinos de esta pareja cubano italiana que ya tiene dos niñas y casi veinte años vividos en Milán, pero se casaron con nuestra venia en Regla, barrio del puerto de La Habana. Fuimos padrinos de una singular casación que nos ha consolidado como amigos en encuentros durante años, en Barcelona, Milán, Génova y  fueron testigos de mi primer capuccino en Italia.
Mi primer impacto de esta isla al amanecer, fue  la música. Las olas a menos de veinte metros chocando contra las rocas, y las cañas que hacen de barrera del viento. Luego, el sol te deja ver las casas de los alrededores y descubres que dan al mar, siendo muy singulares las chimeneas, todas diferentes formando un torreón leve que varía según el gusto al colocar las tejas de la caperuza.
Atardecer. Contemplar, la madrugada,  el amanecer y el atardecer fue una religión personal, aumenta su hechizo, cuando no lo hago. Aumenta mis deseos de relajación cuando termina. Por alguna razón externa volvemos a ser expulsados del paraíso una y otra vez, solo me quedan imágenes como esta secuencia del sol entrando al mar.

Personas acercándose para ver  al atardecer desde Clot de sa Cera.












Todas las fotos son  del autor del blog.

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