Somos tres en la mesa del comedor en el trabajo. Hablamos de la inmersión lingüística de Catalunya y las leyes que ahora el Estado español quiere cambiar a través de una nueva ley de educación... Pero los sueños sobre ganar la lotería como cada fin de año, centran todas las conversaciones antes del 22 de diciembre.
Nuria que es abogada y descansa algunos fines de semana en un pueblo de la Ampordà, tiene claro -que si ganase el premio- quiere comprarse la Masía que esta frente a casa de sus abuelos... Vale un millón de euros, pero como soñar no tiene fronteras, ella no se las pone, aunque es consciente que sólo lleva dos décimos, que le darán si gana el 1er premio, solo seiscientos mil. Con esto aspira a comprarse -al menos- una Masía un poco más lejos y más modesta al interior del pueblo donde haría una casa rural y sería feliz hasta poder comprar su sueño mayor.
Luego pasa a explicar jurídicamente que ocurriría si no estas separado legalmente y una de las partes gana la lotería. No obstante, a mí me preocupa saber los intereses que dan los bancos por tener trescientos mil euros en el banco. Al decírmelo, tengo claro mi viaje a Japón -yo también tengo derecho a soñar- además, de dejar el trabajo y dedicarme a escribir y viajar.
Ella advierte. Si ganas la lotería no debes quedarte sin hacer nada en casa, sino se te va la cabeza. Mi bisabuela -Susana Palanca- estuvo condenada a muerte y mientras esperaba su ejecución para que no se le fuera la cabeza, se auto-impuso unas obligaciones: leía tres horas, gimnasio otras tres, volvía a leer las mismas horas y gimnasio; a veces -esa señora- alternaba gimnasio con la cocina...
Su razonamiento era lógico. Yo había leído varias estadísticas sobre personas que ganaban la lotería y antes del año perdían todo lo ganado por las razones que ella señalaba. Mi impacto fue que me pusiera de ejemplo a su bisabuela Susana. Me habla de la Guerra Civil española con una naturalidad aplastante. Para colmo, su bisabuela no era precisamente de izquierdas, que quedaría bien; no, era de derechas, y fue condenada por los republicanos por ser espía de los franquistas nada menos que en la Batalla del Ebro que murieron tantos republicanos. El hecho de referirse a ella como señora daba una frialdad a su anécdota un tanto rara.
Laura que ha estado hablando con Bruno por la aplicación gratuita viber, y escuchando a medias la conversación, toma conciencia de la misma y le pregunta a Nuria -¿Cómo has pasado de la Navidad a la pena de muerte? Nuria. -No sé, para explicar las obligaciones... Luego se dirige a mi... Sabes que mi bisabuela hija de militares, nació en Matanzas, Cuba. Y fueron echados de allí al perder la guerra.
Eso fue el viernes, y el domingo viendo las noticias del fin de semana, apareció Nelson Mandela que había estado ingresado por achaques de sus noventa años. Me llamó la atención que llevaba una camiseta con el número con que estuvo preso, 46664, y pensé, quizás Nuria habló de su bisabuela, porque el número de presa condenada a muerte en la cárcel, podría ser el premio gordo de este año... Ese número al final le trajo suerte, pues en una de sus obligaciones, la cocina, se hizo amiga de una cocinera republicana que terminó consiguiendo que le indultaran.
El lunes se lo digo y nos compramos cada uno un décimo. Juro que me haré una camiseta con este si gano.