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martes, 29 de mayo de 2012

Rafting por el río Ter me hace olvidar los "gansters" de Bankia

Hay masías que solo existen en el paisaje catalán para quedar en la memoria. Ésta que ves, es una de ellas. No es arquitectura rural, es el paisaje mismo. La piedra con la que está construida es la textura vertical de la tierra, y sus líneas y verdes hiedras se camuflan con el paisaje.
Esta joya está camino a la playa  Gola del Ter, en Toroella de Montgri, uno está obligada a verla y a sufrir por no ser el dueño. Quizás, también, un poco mía pues forma parte de mi recuerdo de un fin de semana en el Baix Empordà, donde los tres (mis reinas y yo) recuperamos la caricia especial que ofrece la naturaleza en la desembocadura de los ríos; según los espiritistas, se debe ir a expulsar casi todo los males que arrastramos por dentro y por encima de la piel  pudiendo encontrar la persona que fuimos.

Las márgenes del Ter y la ubicación de este lugar son tan perfectas que Maya no hizo la primera actividad de la tarde, se quedó dormida (siesta), embelesada por el viento de los arrozales de Pals y el silencio. Al despertar, nos fuimos a la playa Gola del Ter, con su arena dorada, que acentuaba su color con la caída de la tarde.
En la playa Gola del Ter, las Illes Medes al fondo
Para continuar con la magia de la naturaleza  nos adentramos, a la mañana siguiente, en el cauce del río en balsa, y luego en kayak, que es una forma de penetrar  la naturaleza sin dejar huella de nuestro paso. Para más desquicio y sorpresa, las Illes Medes todo el tiempo en nuestro ángulo. Ya se sabe que son siete, ya es conocida la excelencia de sus fondos