Hoy estaba esperando el coche de un amigo en Gran Vía de Las Corts Catalanas con Passeig de Gracia, en pleno verano justo al amanecer, y ví cómo se apagan las luces del Passeig que iluminaban el edificio Batllo de Gaudi. En ese momento pensé: "¿Se apagan las luces del Passeig de Gràcia, cómo la luz interior de una relación?" Y claro, llegó Jorge Luis Borges con sus versos del poema "Desierto"...
"A un hombre lo dejó una mujer.
Resolvieron mentir un último encuentro.
El hombre dijo:
Si debo entrar en la soledad
ya estoy solo.
Si la sed va a abrasarme,
que ya me abrase.
Esta es otra parábola.
Nadie en la tierra
tiene el valor de ser aquel hombre."
Resolvieron mentir un último encuentro.
El hombre dijo:
Si debo entrar en la soledad
ya estoy solo.
Si la sed va a abrasarme,
que ya me abrase.
Esta es otra parábola.
Nadie en la tierra
tiene el valor de ser aquel hombre."
A mí la frase: "si debo entrar en soledad/ ya estoy solo." Es un verso sencillamente extraordinario. Pues la mayoría de las personas quieren terminar una relación del tipo que sea, y se mantienen en una inercia de cuerpo y alma que a veces da asco. Hecho que activa un conflicto permanente de discutir por todo cuando en realidad cada uno debería estar en paz solo.
Yo no he aprendido a dejar nada. Me es imposible separarme de la luna y de ciertos libros. Me cuesta quitar una piel de mi nariz después que el adn de su olor sube directo a la memoria. Por eso me gusta el siglo xix y los poetas suicidas. Que eran capaces de morir antes de olvidar.
Eso sí, viviendo en Sevilla aprendí algo para identificar el mejor jamón de pata negra que te puedes comer: lo coges, te pones una lasca en la manos, lo frotas duro con ambas palmas, y si es muy bueno la fina carne desaparece y se convierte en una crema de aceite.