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jueves, 7 de julio de 2011

La cultura europea de los balcones: libertad de expresión

Los balcones en el invierno europeo, parecen servir para lo mismo que en el Caribe, pero después de diez años, aquí, descubro que los que vivimos con balcón a la calle, no lo usamos con la frecuencia que quisieras debido a las inclemencias del clima.
Mi primer balcón en Europa, desde un 9no piso del barrio XV de París, en pleno invierno, me sirvió para entender que éste era un espacio ideal para conservar alimentos que requerían una temperatura entre 0 y 3 grados. Descubrí el balcón nevera, un leve contraste con el balcón que había abandonado en La Habana Vieja, donde uno pasaba horas mirando el barrio esperando nada, o la nada cotidiana como escribió brillantemente Zoé Valdés.
Reconozco que el uso del balcón que más me gusta es cuando ejerce como punto de información sobre sus inquilinos.
En Sevilla, los balcones en Semana Santa se engalanan con cruces del Niño Jesús; en Madrid, en las fiestas de La Paloma se llenan con mantones de Manila colocados de forma triangular; en Barcelona, muchos balcones muestran las banderas independentistas o la bandera oficial de Cataluña, o la del F C Barcelona cuando se discuten partidos importantes lo que demuestra que el barça es: més que un club, pero sobre todo en el año 2000 cuando la guerra contra Irak, que casi todos rechazamos, los balcones eran una expresión de paz de cada ciudadano abalconado con fachada a la calle.
Existe, en la calle Ferràn de Barcelona que va de las Ramblas al Ayuntamiento, una pareja de balcones que le he puesto Islas de Cuba, pues tiene macetas con plátano, una por cada pequeño balcón, y me recordó cuando mi amigo Radamés estuvo en casa de Guillermo Cabrera Infante,  en Londres, para hacerle una entrevista, lo que más le llamó la atención, fue precisamente la mata de plátano que tenía en su casa, o sea, su sentido de ser Isla en el exilio pasaba por tener su metáfora, aplatanao en London.