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viernes, 28 de septiembre de 2018

Sabor Marbelis en Sant Cugat: lubina y pastelitos de guayaba en su punto.


Ayer tuve la suerte de haber comido en  otoño culinario en Sant Cugat del Vallés mi última comida de verano. 
Marbelis, hizo una comida cuya sencillez no deja de ser espléndida. Entre el mediterráneo y la memoria-postre de un dulce cubano.
Menú.
Una lubina al horno con limón y patatas, en su punto y cocinada excelente. Ensalada de lechuga y tomates. Un vino blanco afrutado pero no dulce, y se molestó en hacer algo que no comía hace más de 20 años: pastel de guayaba caseros y muy crujientes que se deshacían no más caer en la lengua, con una marca de dulce de  guayaba cubana que se llama: Conchita.
La Nostalgia en dos direcciones.
La voluntad de todo exiliado es volver. Incluso cuando no lo haga como yo en 19 años. Ahora aún cuando no lo haces físicamente, un pastel de hojaldre y guayaba que nos dejó la cultura francesa en Cuba te obliga a volver.
Hablar del origen de la cocinera, de la influencia china en Puerto Padre,  Las Tunas, una provincia de Cuba que jamás visité completó ese viaje a través de los ojos asiáticos de la restauradora.
No le dije que cuando ella comenzó hablar de Puerto Padre a mi se me enciende el piloto automático con la canción de Emiliano Salvador: A Puerto Padre me voy. Tampoco le dije que la lubina, la comí por primera vez en Sevilla, pero hecha a la sal. Y esa piel  excludiva del mediterràneo y parte del atlantico desde África a Noruega, también forma parte de esa nostagia en dos direcciones que ocupa mi existencia en Europa.

Perfil del pastel de guayaba y hojaldre