Cuando Juan Pablo II visitó La Habana en 1998, se creía que algún cambio habría para la disidencia cubana con su llegada, ya que este Papa polaco había apoyado directamente al sindicato opositor Solidaridad, en Polonia, que fue uno de los artífices de la caída del comunismo en ese país. Bajo el manto de Castro nada de eso ocurrió, no pasó absolutamente nada en el país, quizás porque casi todo en contra del pueblo venía ocurriendo desde muchos años antes y sólo las vírgenes como la de Regla, lograron su libertad para salir en procesión por el barrio, y que a partir de ese año quizá que se reconociera el 25 de diciembre como La Navidad para que la gente montara sus arbolitos en lugares visibles y no escondidos, o que muchas personas sacaran de las habitaciones a la sala los cuadros del Sagrado Corazón de Jesús. Ayer Oswaldo Payá, opositor cubano y Premio Sajárov, colgó en su muro de facebook una foto besando la mano de Juan Pablo, a quien vio, conoció y ¿para qué?
Los antecedentes de la visita de este Papa, Benedicto XVI, vienen marcados por su “influencia”, a través de la iglesia católica cubana, para liberar a un gran grupo de opositores, encarcelados desde el 2003, la famosa primavera negra. A éste, le ha precedido una procesión por toda la isla de La Patrona de Cuba: La Virgen de la Caridad del Cobre.
La oposición actual ha puesto su ilusión de apertura democrática sobre un globo que se comenzará a desinflar en el momento que Benedicto XVI, ponga un pie en Castrolandia.
Estas visitas, solo refuerzan una dictadura que agoniza pero no muere, gracias a estos aires del exterior que la colocan de buena fe, los medios, como centro de un mapa de tolerancia del que carece.
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