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jueves, 17 de octubre de 2013

Lecturas otoñales y visuales en el metro de Barcelona.


Creo fue en Miami donde alguien me preguntó cómo era vivir en una ciudad con metro. Yo le dije, mi primera ciudad europea con metro fue París donde arribé de La Habana, ¡alucinante! Captas al instante que se lleva en invierno; además, cómo debes ponerte una bufanda o fular -nunca había necesitado usar  en Cuba este complemento. Luego aprendes que ese vestir varía mucho según el barrio en que vivas y por dónde pasa el metro. Las  diferencias de clase de la superficie se reflejan muy bien en el mundo interior del metro, forma de vestir, maneras y matices de gestos, todo lo que diferencia a la clase obrera, de la media o media alta.
En el metro se coge la temperatura de la ciudad, ves la relación de la luz -poca en otoño- con las personas, y sobre todo, adviertes los cambios en la forma de informarse con la llegada del libro digital y los smarphones. 
Si ya sé en verano las turistas del norte y las nacionales hacen del vaivén del pasillo una pasarela de modelotos de camisetas coraos, sin mangas, sin sostén, y los pantalones bajos dejan ver la marca del tanga,  pero ese es otro post,...

La foto que ilustra...

Son tres lectores, dos con libro convencional y una con libro electrónico. Sin duda el libro digital o electrónico sigue ganando la batalla al convencional, que como el disco de vinilo no desaparecerá del todo, pero convivirá con  mucha menos proporción de la hegemonía con que contaba antes. Por los cuerpos de los tres que casualmente se sentaron delante de mí en la línea 4 (amarilla),  deduzco que la edad de éstos oscila de treinta a cuarenta años. 
El resto que inunda el vagón de metro que bajan de esa edad, realizan todas sus lecturas en móviles con pantallas táctiles de diferentes marcas.  La conexión a internet on line y el intercambio de conversaciones por redes sociales no los hace menos lectores.
Yo voy releyendo en el iPad,  La trilogía de New York, de Paul Auster. Especialmente un pasaje que él atribuye a un personaje de la novela pero que los escritores sabemos que son sus propias manías literarias...

Quinn se acercó a los estantes de papelería. Acababa de llegar una remesa de cuadernos nuevos y la pila era impresionante, un hermoso despliegue de azules, verdes, rojos y amarillos. Cogió uno y vio que las páginas tenían el rayado estrecho que él prefería. Quinn escribía siempre con pluma, sólo utilizaba la máquina de escribir para la versión definitiva, y siempre estaba buscando buenos cuadernos de espiral. Ahora que se había embarcado en el caso Stillman, le parecía que se imponía un nuevo cuaderno. Sería útil tener un sitio distinto donde anotar sus pensamientos, observaciones y preguntas. De esa manera, quizá las cosas no se le irían de las manos.”

Pasaje de: Paul, Auster. “La trilogia de Nueva York.” iBooks. 




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