Sólo sabía que María Cristina, la inspiradora de la guaracha del mismo nombre, no era ficción. Como su autor, Ñico Saquito, se llamaba en realidad Antonio Benito Fernández Ortiz, volví a San Luis de las Enramadas, a destejer el tiempo, a seguir la huella de los Fernández.
En suspenso llegamos a la puerta de Corona No. 59, bajando la terminal vieja de ferrocarriles. Cuando mencioné el nombre de María Cristina, cuando traspasé el umbral, un señor muy viejo se removió en su balance. Como si un resorte se hubiese disparado, me contestó:
"¿!María Fernández!?... María Fernández, mi mamá, era 'templá'. Había que respetarla. Vendía comida en la calle, en un tren de cantina, y a veces salía con un revólver, un revolvito chiquito de esos, por si algún fresco se metía con ella. Ñico Saquito siempre nos buscaba. Le sacó esa canción un día en que mi mamá le peleaba a mi papá, porque no quería bañarse.
"Despachaba en las tiendas que tenía mi papá Manuel en Santiago. Cuando había algún problema y mi papá quería meterse ella le decía: 'Déjame a mí, déjame a mí, yo lo resuelvo'. Mi mamá estaba siempre mandando, pero se querían mucho, es la verdad."
Lo que ahora aparece condensado, tuvo que ser "arrancado" en más de una visita, poco a poco, con ayuda de su numerosa familia. Amado Eulogio Fernández Fernández, ya fallecido, contaba con noventa y seis años, y era el hijo de Manuel y de la mítica María Cristina.
Ñico Saquito había llegado a San Luis, como aprendiz de mecánico de fundición. Tenía unos diecisiete años cuando comenzó a trabajar en la fundición de los hermanos Madrigal, que servía al central Santa Ana de Auza (actualmente Chile), aunque en realidad, duraría poco allí.
Como era de esperar, durante su estancia en San Luis, había parado en casa de su tío Manuel Fernández. Fue allí que conoció a la enérgica esposa de aquel, María Fernández García. Y ya sabe, el talento no toca nada –aunque sea pequeño–, sin engrandecerlo. Habrá que imaginar el impacto que pudo causar en él.
La historia de amor se va construyendo desde otros testimonios, los de Yolanda Fernández, nieta de María y Manuel:
"Mi abuelo se quedaba frente al cuadro de María, a darse balance, y decía: '¡Ay María, ay!', como diciendo: ¿por qué estas ahí, María?, ¿por qué te fuiste?. Siempre me decía que ella fue el amor de su vida.
El camino del arte fue separando cada vez más a Ñico de su realidad juvenil. Convertido en artista exclusivo de la RHC Cadena Azul de Amado Trinidad, sacó al aire por primera vez la guaracha María Cristina, con Los guaracheros de Oriente, a mediados de los años cuarenta.
¿Qué resortes hicieron que el guarachero atrapara en una canción aquella historia tantos años después? Antonio Fernández Arbelo, hijo de Saquito, tiene la respuesta:
"Mi padre estaba en el mundo de la música. Vivía en el hotel Las Villas de La Habana, y tenía un amorcito que lo quería gobernar: 'Ñico no hagas esto, Ñico no hagas lo otro...' Todo esto le hizo recordar a la Tía María de sus años mozos. Para que no le pasara igual que a María Cristina, un día le dijo que iba a buscar cigarros, y volvió a los diez años."
María Cristina me quiere gobernar
y yo le sigo, le sigo la corriente,
porque no quiero que diga la gente
que María Cristina me quiere gobernar
……………………………………………
Métete en el agua
¿En el agua?... No, no, no, no
María Cristina, que no, que no
y yo le sigo, le sigo la corriente,
porque no quiero que diga la gente
que María Cristina me quiere gobernar
……………………………………………
Métete en el agua
¿En el agua?... No, no, no, no
María Cristina, que no, que no
Aunque ya teníamos los testigos, debimos cotejar fechas. Comprobamos la muerte de María Fernández en el libro de enterramientos del cementerio de Santa Ifigenia. Y allí, nos apareció el nombre y las señas de María Fernández. No había lugar para las dudas.
La fortuna no suele sonreír si no somos insistentes. Y como no teníamos la imagen de la gobernadora, toda la familia se puso en tensión...hasta que los caminos nos condujeron hasta Contramaestre. Llegamos a la casa de Elsa Osoria Fernández, con un rezo.
Tras la explicación, nuestra anfitriona descolgó el viejo marco ovalado de su abuela, quitó el polvo del cristal y nos enseñó a una mujer joven, con el pelo anudado a la manera de principios de siglo, de ojos claros. Todos nos sobrecogimos. Había una fuerza indefinible en aquella mirada. Habíamos encontrado a la mujer que inspiró la célebre pieza María Cristina.
A Ñico se le conocía como "El Guarachero Mayor" y el "Reportero Musical de Cuba". Su último disco lo grabó junto a Eliades Ochoa en los estudios Siboney de Santiago de Cuba, poco antes de morir, el 4 de agosto de 1982. Pero su música sigue tan viva como entonces.
Los reportes enviados por la Sociedad General de Autores de España (SGAE) nos permiten comprobar la vigencia de María Cristina y de otras composiciones suyas como Cuidadito Compay Gallo, Camina como Chencha la gambá, Jaleo, Me tenían amarrao con P, Al vaivén de mi carreta y Atízame el bastidor. Se escuchan lo mismo en España y Estados Unidos que en Venezuela, Corea o Polonia, por sólo citar puntos distantes de la geografía.
María Cristina es un símbolo de la mujer enérgica y dominadora. Es sobre todo, un emblema de la música cubana, y anda siempre de manos con Ñico Saquito. En el mundo saben que si se trata de gozar, hay un nombre de mujer.
¿Quieres saber má de música cubana?
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