No he llegado a media hora. Pero el pánico del encierro se hizo con mis recuerdos.
No estaba en un lugar así, desde que me encerraron en una celda tapiada en un calabozo en Cuba. No por disidente, sino por fugarme del ejército y faltar a un pase de lista y ponerme a cantar y tocar en una celda mayor como si estuviésemos en una fiesta.
El comandante de guardia a ver nuestra cuasi adolescente festividad. Yo tenía 18 años, nos encerró en tapiadas individuales donde cabes solo acostado o de rodillas. Nunca de pie.
Desde las 22h00; hasta las 07h00. La unidad militar estaba en El Calvario, en la periféria de La Habana. Mi tiempo allí otro calvario.
Escribir no te salva de la impotencia de no poder salir de un lugar dónde no fue tu voluntad quedarte. Si ha esto unes que hago cosas de valientes no porque lo sea, sino porque las decido por voluntd, entonces ya tienes una medida de lo que sufro viviendo en libertad que alguien me retenga físico o mentalmente en un espacio.
El ascensor es mucho más grande que la celda y hoy tengo móvil con la batería casi llena. No obstante, vivir en libertad durante 17 años en Europa, donde sólo me limita el dinero hace aue este encierro esté más cargado de ansiedad.
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