Puede que no te guste. Puede que sepas que jamás tendrás acceso a él. Puede que pienses que es innesesario tanto derroche y opulencia no sirven de nada. Para mi no a mi hasta me relaja caminar mirando esto.
Creerse que París es sólo para literatos y artistas, ya sabemos que es una idiotez. Creer que este lujo precisamente es alimentado tambíen por grandes artistas que le dan pedigrí a esta aristocrácia del buen gusto es una realidad. Creerse que a mí ese París no me gusta también es estar fuera de la realidad. Me encanta el patio terraza del hotel Costes en París con alfombras persas y muebles del siglo XVIII.
Y mira que tengo antídoto. El argumento del libro "No Logo," de Naomi Klein, que me leí hace años llegando a Barcelona, que adivierte que los productos se venden porque prometen que con ellos obtendrás un estilo de vida y formarás parte de un grupo social. Pero soy vulnerable hacia las tonterías. Al punto que sucumbí al llamado de una agencia de modelos de Barcelona que me hizo hasta un book gratis y muchos castings.
Mi justificación es que él lujo es un referente. Te enseña a saber quién eres. Te saca tus limitaciones. Pienso que es bueno que sepas que está ahí. Que hay una vida que está a una altura de la cual no llegarás aunque te estires lo máximo.
El lujo te pone en tu lugar cuando ves un bolso de 5.200€, puede ser iluminador para saber hasta dónde puedes soñar.
Tras salir de las Galerías Lafayette donde nos echamos un perfume de 400€ euros olíamos a millonarios. Nos divertimos sabiendo que sería difícil volver a tener ese olor en la piel. Pues solo se fabrica en Francia para Dubai.
Dior París. Enero del 2018. Hace unos días que hice estas fotos allí.
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