La poeta y amiga María Llaras no conoce a Edward Hopper cuando cuelga esta
imagen en su muro. Es demasiado joven para saber en qué estaba pensando
aquella mujer en bañador como ella sentada en una cama.
María mira a quién la retrata. La mujer de Hopper está tan triste que ni
mira a quien la retrata y tampoco sonríe.
Aunque Plotino ya había escrito que existir es ser retratado.
María quiere existir a través del retrato en la red. La anónima de Hopper
le da igual su existencia, pues sabe que lo que lee o que acaba de leer no modifica
su futuro.
María Llaras sabe que esta foto en la red es una opción de futuro,
dependiendo de quién mire por azar su cuerpo, sujeto a los límites de ese
bañador rojo.
La anónima de Hopper también sentada en la esquina de una cama y con casi
todo recogido y las maletas hechas no quiere irse.
En cambio
María entre su bañador, su sonrisa y la sombra
intenta una invitación virtual a su intimidad.
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