Texto del libro "Me gusta dar de comer a los elefantes"
Me gusta encender el gas con cerillas, que en Cuba le decíamos: fósforos. Me gusta poner discos que giran a unas revoluciones que me traen recuerdos de una isla, donde bailé con ellos de adolescente intrépido, revolucionario y moderno.
Me gusta también besar aquello que es de carne y tiene lengua, pero cuando no estás, me gusta verte on line por una app mientras vas a dormir y quererte así virtual e inatrapable detrás de la pantalla.
Me gusta encender el gas con cerillas, que en Cuba le decíamos: fósforos. Me gusta poner discos que giran a unas revoluciones que me traen recuerdos de una isla, donde bailé con ellos de adolescente intrépido, revolucionario y moderno.
Me gusta también besar aquello que es de carne y tiene lengua, pero cuando no estás, me gusta verte on line por una app mientras vas a dormir y quererte así virtual e inatrapable detrás de la pantalla.
No soy enteramente vintage, aunque me gusta mucho más el soul, el jazz y boleros de versos como "voy apagar la luz para pensar en tí," o "los aretes que le faltan a la luna los tengo guardados para hacerte un collar" que otras músicas cercanas el ruido y lejos de las palabras.
Me gusta el fuego y soy antiguo, por eso soy capaz de echarte de menos y aún no te has despertado para abandonar un espacio, que ya asumí que era de tu propiedad: ese lado de la cama donde te pones porque yo soy zurdo y te doy la espalda mientras duermo.
Me gusta el olor de la cerilla cuando la apago y sale ese humo del sofá cuando estás acabada de llegar de un viaje por mi piel... y te pregunto:
Are you happy? Are you tired? Y tu sonríes mi mal inglés.
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