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martes, 19 de marzo de 2019

El olvidado cantante de ópera catalán Hipólito Lázaro, descrito por José Lezama Lima



La bellísima cubana Juanita Almeida e Hipólito Lázaro
Descubrir que su primer texto con intenciones periodísticas de José Lezama Lima, para un periódico de ámbito nacional, Diario de la Marina, sea precisamente una reseña sobre un concierto de ópera, del catalán  Hipólito Lázaro en el Auditórium o el silencio por Rigoletto, es fantástico.
Hipólito era un cantante español que había completado su formación en Milán, después de cantar operetas y zarzuelas en Europa completó su carrera en el entorno latinoamericano, En Cuba propiamente, tras casarse con una cubana Juanita Almeida, en 1917. La característica más importante de su voz era un timbre brillante, reflejo de una voz poderosa, caracterizada, según la crítica operística, por unos agudos electrizantes.

“Los habaneros que dirigían sus pasos al Auditórium para oír al divo Hipólito Lázaro (...) Habrán recorrido aquella Habana de 1915, cuando el tenor emocionaba a los grandes públicos con Rigoletto, regalando mucho más agudos y notas altas que las señaladas en la partitura En aquella función de La Habana de entonces un silencio espeso y flordelisado inundaba la sala. El silencio se arracimaba en torno a los faroles que se atenuaban, como si también quisieran oír al divo de los agudos sin fin. La tensión de la sala era tanta, que parecía ocultar la posibilidad de que, al hacerse la voz aguda y hercúlea, pudiera surgir alguna nota falsa, alguna desviación de aquel chorro que parecía inextinguible”.

Más que reseñar un suceso musical, lo que hace es narrar el suceso recontextualizandolo en su escritura endiablada por una prosa que dilata el acontecer. Este texto demuestra que Lezama era un escritor que defendía su prosa por encima del medio en que se expresara. Gastón Baquero cuenta, que trataba de que él escribiera adecuado el tono general del periódico, pero para él era imposible sustraer sus metáforas, y mucho menos privarse de su erudición acumulada. Eso nos demuestra como convierte la voz de Hipólito en hercúlea, dándole valores de mito griego, hecho que reafirma casi al final del mismo cuando sentencia...
“su voz se bate con los años como Hércules con la Hidra
Hipólito había nacido en la barriada de Gracia de Barcelona el septiembre de 1887 en el seno de una familia humilde. En su juventud trabajó en empleos modestos. Comenzó muy temprano a estudiar solfeo y no dejaba de acudir a los teatros de Novedades y del Bosque para, desde el gallinero, escuchar óperas y zarzuelas cuyos fragmentos retenía fácilmente y después cantaba.
Como cantante de ópera a inicios del siglo pasado tocó literalmente el cielo, cantando en las mejores plazas de New York, la habana, o Buenos Aires.


Después de una dilatada carrera, se retiró de los escenarios en 1950 interpretando en la Habana Marina, Aida y Rigoletto. Sus propiedades fueron confiscadas a raíz de la revolución castrista y eso le produjo un descalabro económico importante en su retiro. Vivió en Barcelona los últimos años de su vida impartiendo lecciones de canto y escribió un libro sobre su esto.
El eminente tenor Hipólito Lázaro. Tarjeta con el programa de sus presentaciones en Sagua la Grande. 1919.
Amelita Galli Curci, como Violetta.
Dorso de la tarjeta promocional de la tournée del divo Hipólito Lázaro con el elenco contratado por Bracale, óperas previstas y precios del abono a las dos funciones.
Hipólito Lázaro en I puritani, de Bellini.
Gran Teatro Santos y Artigas, Céspedes y Libertadores, Sagua la Grande.

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