El viaje a New York comenzó en casa de Ramón Fernández Larrea y Magdalena, en Miami, la noche anterior a la partida. Ambos nos contaron sus obsesiones con el Museo Metropolitan, y nosotros terminamos yendo el primer día por culpa de la lluvia que no paraba de caer. Después de comernos el primer perro caliente (hot dog, Maya lo pide en inglés) en esta ciudad, tras atravesar el Central Park en taxi, estilo Carry de Sexo en New York, pensó Yara, mientras yo estaba fascinado con los colores de las hojas del otoño en la ciudad que me llevan siempre a la misma canción Autumn in New York.
El reencuentro con Alejandro López y su familia, en su casa en la calle Broadway, fue entrañable, parecía que nos habíamos visto el día anterior, y hacía 16 años que no nos veíamos. Con los amigos pasa, pero cuando sucede, uno se alegra de tener y conservar esta suerte de familia dispersa y maravillosa. Nuestras niñas jugaban y se comunicaban con fluidez y espontaneidad excelentes como si les hubiésemos transmitido el gen de los años vividos en La Habana, cuando nos bañábamos en el malecón habanero junto a Juan Carlos Mirabal, y nos cogió la policía. Todos los recuerdos vuelven y estuvimos horas poniéndonos al día con dos botellas de vino antes de coger el sueño, el primero de NYC.
Desde que vas en el bus desde el aeropuerto de New Jersey hasta New York comienzas a ver la verticalidad de Manhattan como una nube de hormigón mirando al cielo, sabes que tendrás una experiencia única, que serás incapaz de compartir coherentemente.
La experiencia de viajar por las ciudades europeas buscando un centro histórico, aquí se pierde. Es la vida vertical entre el asombro y el desasosiego por la altura. De noche, la luz y los anuncios no te dejan la cabeza en el mismo lugar, tus ojos por la 5ta ave desde la 59 hasta la 32 no son tus ojos, son un imán de la luz.
Me sorprende, primero que todo, la amabilidad de la gente en la ciudad y en el metro, todos los hombres se desviven por ofrecer el asiento a las mujeres, los ancianos, minusválidos y a quienes llevan niños. Si te ven perdido, te preguntan, y si pueden te dejan en el andén del metro que te toca. Llegué con mi cabeza llena de las pelis de secuestros y otras tonterías que desaparecen de un tirón, y te das cuenta de que no todo es cine, aunque las miradas definen mucho.
Me impacta que en casi todos los espacios cerrados haya música, pero no de cualquier hilo musical de relleno, sino hits de standars de jazz, funky o de soul que se agradecen. Puede que sea invasión auditiva pero te envuelve en el contexto sonoro de esta ciudad.
Una amiga me preguntó si NYC me había dejado sin palabras y en parte es cierto, tienes que volver a reestructurar el lenguaje para hablar de esta ciudad que desafía al cielo.
foto: Autofoto en la acera ante el Empire State Building
El reencuentro con Alejandro López y su familia, en su casa en la calle Broadway, fue entrañable, parecía que nos habíamos visto el día anterior, y hacía 16 años que no nos veíamos. Con los amigos pasa, pero cuando sucede, uno se alegra de tener y conservar esta suerte de familia dispersa y maravillosa. Nuestras niñas jugaban y se comunicaban con fluidez y espontaneidad excelentes como si les hubiésemos transmitido el gen de los años vividos en La Habana, cuando nos bañábamos en el malecón habanero junto a Juan Carlos Mirabal, y nos cogió la policía. Todos los recuerdos vuelven y estuvimos horas poniéndonos al día con dos botellas de vino antes de coger el sueño, el primero de NYC.
Desde que vas en el bus desde el aeropuerto de New Jersey hasta New York comienzas a ver la verticalidad de Manhattan como una nube de hormigón mirando al cielo, sabes que tendrás una experiencia única, que serás incapaz de compartir coherentemente.
La experiencia de viajar por las ciudades europeas buscando un centro histórico, aquí se pierde. Es la vida vertical entre el asombro y el desasosiego por la altura. De noche, la luz y los anuncios no te dejan la cabeza en el mismo lugar, tus ojos por la 5ta ave desde la 59 hasta la 32 no son tus ojos, son un imán de la luz.
Me sorprende, primero que todo, la amabilidad de la gente en la ciudad y en el metro, todos los hombres se desviven por ofrecer el asiento a las mujeres, los ancianos, minusválidos y a quienes llevan niños. Si te ven perdido, te preguntan, y si pueden te dejan en el andén del metro que te toca. Llegué con mi cabeza llena de las pelis de secuestros y otras tonterías que desaparecen de un tirón, y te das cuenta de que no todo es cine, aunque las miradas definen mucho.
Me impacta que en casi todos los espacios cerrados haya música, pero no de cualquier hilo musical de relleno, sino hits de standars de jazz, funky o de soul que se agradecen. Puede que sea invasión auditiva pero te envuelve en el contexto sonoro de esta ciudad.
Una amiga me preguntó si NYC me había dejado sin palabras y en parte es cierto, tienes que volver a reestructurar el lenguaje para hablar de esta ciudad que desafía al cielo.
foto: Autofoto en la acera ante el Empire State Building
asi es, la primera vez q estuvimos le dije a mis hijas, antes de subir el ES, sientense en el piso y miren pa'rriba, q mareo, ahorita vamos a estar alla arriba, y aqui nadie lo mira a uno, ni le interesa si somos unas guajiras contando los pisos incontables de los rascacielos, alucinante. inge
ResponderEliminarArsenio, me ha encantado este último blog tuyo... la verdad es que me he sentido muy identificada en muchas de las frases que has dicho.... Para mi NYC, es y será MI CIUDAD.. quizás no tenga todo el Arte de Roma, el modernismo del Berlín o la realeza que me puede inspirar Londres, pero lo que me ha hecho sentir esa ciudad cada vez que voy, no lo ha hecho ninguna ciudad... Lo defino como... una mezcla entre una película de Woody Allen y música del gran Frank... Y si no.. pregunta Mari Carmen que no le gustaba NADA y vino encantada...
ResponderEliminarPatricia Martínez
muy bueno tu comentario de Ny, yo estuve semana y la gente me parecio igual que en tu experiencia, saludos
ResponderEliminarErnesto Dominguez-Vila
Parece que tu y Patricia fueron un dia de buena suerte en New York.En dependencia de la hora del dia y del barrio que sea cambia la actitud de la gente del metro newyorkino.No es lo mismo un carro vacio que un carro repleto a la hora del rush.M
ResponderEliminarPablo Rodriguez