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sábado, 3 de marzo de 2012

Un BAR-BQ en Coral Reef


Esas ocho manos representan a cuatro mujeres jugando domino en Coral Reef, en la Florida. Ellas estuvieron becadas durante el bachillerato (PRE) en una escuela (internado) en las afueras de La Habana,  llamada Niños Héroes de Chapultepec, en los años noventa del siglo pasado. Ahora, acaban de cumplir treinta años, pero fueron adolescentes que jugaban a ser Spice Girls, cuando iban a las fiestas que organizábamos  mi esposa y yo, a mi cuñada Ai. No solo eran de la misma escuela, estuvieron compartiendo albergue y cubículo durante tres años. Vivieron juntas sus primeros amores y desamores y también la marcha del país de origen de cada una. Hoy están en La Florida y se ayudan y divierten de la misma manera que lo hacían en la beca. 
Todas vinieron a conocer a la sobrina de una de ellas, a mi niña, y la sienten como suya propia y fue el motivo de que organizaran mi BBQ en La Florida. A pesar de que el cubanazo Pitbull ha sido el protagonista del sonido miamense en cada centro comercial donde entré desde Wallgreen, Sedano’s, Publix, y en cada cafetería o música en el coche, ellas me reciben con Timbalive, un grupo cubano de Miami, de los últimos diez años, de moda entre los jóvenes cubanos de allí, sobre todo por los temas de su segundo disco, donde incluyen una pieza muy divertida, Llegó mi pasaporte,  cuyo estribillo  no tiene desperdicio por lo que representa tener un pasaporte en libertad...

Ya llegó/ ya llegó tengo mi pasaporte/soy americano y no hay quien me deporte…/(...) ¡A mi no me deporta ni Obama!

Coral Reef es un barrio típico del sur de la Florida de casas jardín con garaje, mucho más modesto que Coral Gables, Boca Ratón, Hollywood Hill, o Coconut Grove, barrios por donde hemos paseado para  hacernos una idea de este lugar llamado también el Estado del
Sol.
Cuando las miro jugando dominó y contándose confidencias personales alejadas de sus respectivos novios o maridos, me doy cuenta que, a su manera, han reconstruido en muy poco tiempo la complicidad que tuvieron cuando eran adolescentes y que han podido mantenerla intacta hasta aquí, incluso mas allá de la propia escuela Chapultepec donde se conocieron y que ahora mismo está cerrada y abandonada en pleno municipio Güira de Melena.
Viéndolas, pienso que pertenecen a la generación de Wilmar Villar, rondan los 31 años, si él hubiese vivido en La Habana quizá podía haber estudiado con ellas, y en vez de reencontrármelas aquí, podría haberlas redescubierto en youtube, como la esposa de Wilmar, de su misma edad, reivindicando que a su marido lo mató un sistema político. 
Todas y cada una de ellas, no son menos valientes por haber elegido el camino de la vida, en vez de enfrentar a un sistema que sobrevive en una sociedad donde muchos de los que están no se solidarizan con quienes desafían al gobierno. Parece que esa tarea se la dejan a los que estamos fuera.
Una respira por la otra y todas juntan forman un pequeño pulmón de Miami, que está construido con el mismo aire familiar del exilio que es oxígeno cuando se encuentra tanto cariño en la distancia.

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