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Entré al cementerio de Montparnasse buscando la tumba de Julio Cortázar como cualquier latinoamericano que escribe versos, para agradecerle que me inquietaron tanto algunos de sus textos, que me puse a escribir.
No obstante, mis otras lecturas me llevaron a otras tumbas que me encontré en el camino como las de Sartré, Ionesco, Samuel Beckett. A quienes les agradecí que escribiesen, La puta respetuosa, La cantante Calva, y Malone muere, en el mismo orden de autores y lecturas; no obstante, debo confesar que mi impacto mayúsculo fue encontrar a Serge Gainsbourg, a quien no buscaba.
Su tumba, que hace esquina, -no sé si el cielo tiene esquinas, los cementerios sí-, era un jardín barroco, ecléctico y surrealista. Poblado de placas de mármol, fotos, tickets de metro, textos, copas, piedras y objetos personales de las más variadas formas, seguro, de diferentes latitudes geográficas, vi hasta un dildo, y pensé en su pieza con Jane Birkin,
Je t´aime... moi non plus, sonreí y hasta me pareció normal.
Ya había pasado por su casa -graffitada toda la fachada- con sus canciones y versos por manos anónimas que se siguen enamorado con su talento, ya había escuchado casi toda su música, pero en esa época estaba especialmente trastornado con su canción La Javanaise, en versión de jazz.
Ya había pasado por su casa -graffitada toda la fachada- con sus canciones y versos por manos anónimas que se siguen enamorado con su talento, ya había escuchado casi toda su música, pero en esa época estaba especialmente trastornado con su canción La Javanaise, en versión de jazz.
Casa |
Puedo tolerar que los escritores mueran, pues mi relación con ellos, casi siempre es el silencio de sus libros. Pero ante la tumba de ciertos músicos, me da un extraño vértigo, pues a un músico jamás se le conoce en silencio, nuestra relación con éstos, siempre es auditiva. Ante sus tumbas, me siento inútil, pues la tecnología me permite incluso llegar hasta sus restos escuchándolos, que es una forma real de estar vivos en mi oído...Pero ya no dicen nada bajo el mármol, o no los escucho.
De pie, ante su tumba en Montparnasse, envuelto entre tanto silencio horizontal, da cierta nostalgia, un dolor vertical en la memoria.
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