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lunes, 31 de diciembre de 2012

Amanecer en un château... Entre-Deux-Mer.

Después de tres días mirando viñedos y Château (castillos) por varias zonas al norte de Burdeos. Nos invitan a un pueblo, Soussac, donde estará un amigo del esposo de Sarah (mi hermana)  que ha llegado de la Bretaña francesa.
Quienes me llevan, ni yo, sabíamos que terminaríamos durmiendo en el Château Jeanguillon con viñas de la denominación de origen Entre-Deux-Mer... Sus dueños, un noble con raíces en Martinica, Philippe de Meillac y Christel de Meillac, herederos de este lugar, son la sexta generación que trabaja en mantener la tradición familiar de elaboración de vinos que actualmente sustentan seis marcas, con una tradición que este año cumple 150 años... Tintos: Château Jean Guillon, Château Darius, Château Vrai Caillou, Philippe de Meillac. Blancos: L'Optimé, L'Entre Deux Mers... estos fueron reseñados por un crítico considerado una autoridad del vino..., W. Parker: "avait remarqué les goûts subtils développés par ce viticulteur venus des Antilles, qui "compare" son vin à des saveurs de fruits exotiques."

Antes de bajar a las bodegas para ver y catar in situ todo el proceso de creación de estos vinos, él francés de la bretaña, nos prepara una crema "Tarama", con huevos de bacalao que se maceran durante ocho meses, -esto es la base fundamental-, mantequilla y crema de leche. El secreto de su hechura consiste en la relación porcentual de cada condimento. Por momentos, usa una máquina para batirlo, pero termina con un cucharon en las manos, mientras trabaja explica que los huevos de balacao era comida típica de los vikingos quienes la consumían en los barcos para sus travesías. También cuenta de su último cumpleaños, 40 celebrado nada menos que en las catacumbas de Paris, moda actual de algunos ricos franceses con muchas conexiones en la ciudad. Catacumbas que hacen un queso por más de 300 kilómetros de pasadizos y pasillos muchos llenos de huesos de personas anónimas.
La crema la comemos con pan hecho aquí por dos adolescentes de los tres hijos de la pareja, luego de aparecer un salmón ahumado inmenso con el cual degustamos el vino blanco, -este sí, hecho en casa-, L' Entre Deux Mers. Nos termina diciendo que la Tarama es tan buena que las papilas gustativas cuando los ingerimos son las mismas que digieren la cocaína, pero es mejor esto, aunque sea más caro, que la droga. Philippe de Meillac, es francés de la Martiquica, donde cultivaba ron y hablaba creole, enseguida me hace cómplice por la cercanía de islas y nacimiento y trae el ron que allí fábrica.
Pasamos todos a un museo vivo de barricas y toneles de vinos centenarias que hacen vida junto a toneles de 30 mil botellas muy modernos donde nos hacemos varias fotos divertidas. Nos advierten que mantengamos la copa de vino para probar todo el proceso de creación, tanto del tinto como del blanco y el rosado, allí me entero que este último, nace de un tinto, y por ende, no tiene toneles propios; ah, y lo más importante, que no nos tomemos toda la copa, es sólo probar no vaya a ser que nos emborrachemos. Antes de salir de esta primera bodega que vimos, nos llevan a un salón donde se conservan muchos instrumentos de medición y elaboración del vino, con libros de agricultura de tapa dura del siglo XIX. Todo es un viaje a la semilla del tiempo, a los orígenes del vino.
De esta bodega fuimos a otra más grande que está a más de un kilómetro del Château donde comemos. Allí vivían los padres y abuelos de ella, antes. Esta segunda visita, fue otro viaje en el tiempo que me reservo, ya que la Luna llena de Entre Deux Mers y el fuego de la chimenea que nos alumbra y desprende un olor especial nacido de los troncos de la uva, me piden que reserve anécdotas para una conversación privada con la memoria.
Había una frase grabada en la chimenea gigante de la cocina-salón donde estábamos... "Ni Vanidad/ Ni Debilidad", junto con dos leones y un caballero medieval, que formaban un escudo que se me queda antes de entrar en el sueño. Quizás porqué el anfitrión Philippe de Meillac y el amigo de la Bretaña francesa, son ambos de linaje noble cuyos ascendentes se relacionaron con Luis XVI. Pero ambos poseen una modestia aleccionadora, carente de vanidad, en el fondo y la forma de vida, a pesar de que el primero venda 700 mil botellas de vino al año.
Amanece en Soussac, una población y comuna francesa de Aquitania, del departamento de la Gironda, me maravilla haber dormido y visitado un Château pasando una velada memorable, con la pena de no haber tenido a mi niña que se hubiese sentido más princesa de lo que es; sé que al salir, no volveré a ver la Luna llena de anoche, y mi realidad volverá...
Hago fotos de mi habitación, las viñas que veo al abrir la ventana, y una aérea que escojo de la web del château, para saber que no fue un sueño. Las que me hice de esta noche con ellos en las bodegas me las reservo.























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