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jueves, 21 de noviembre de 2013

Visita al Grec en pleno verano. Impacto, alumbramiento y despedida.


    La banda La locomotora Negra y un coro Gospel.

No conocer un espacio como este en la ciudad que vivo hace trece años, me hizo sentir un idiota cuando entré en su jardín por las escaleras que había visto miles de veces en los jardines de Montjuïc.
El Grec, es cierto que cada verano renace con el Festival que lleva su nombre, no obstante, todo el año esta ahí, sólo tienes que cruzar el umbral y admitir que ese espacio nacido en la misma piedra de la montaña es mágico.
Me sentí doblemente idiota cuando recordé que la excelente grabación del disco de boleros del pianista de jazz catalan Teté Montoliu y la cantante flamenca Maite Martín, fue grabado aquí, en el Grec, en 1992. Disco que escucho con una regularidad constante y que considero mucho mejor cantado que Lágrimas Negras de Diego Cigala y Bebo Valdés.
Pero éstos no son hoy los protas de esta historia, sino el teatro en sí, su acústica de piedra gris, donde vi la noche de verano que evoco, una cantata de Poemas de Salvador Espriu, que está cumpliendo cien años de nacimiento, nada menos que acompañada a ritmo de jazz por La Locomotora Negra. Regalo único que me hizo alguien con sensibilidad para que su vida fuera un lienzo: J.G y darme un lienzo de poemas de Espriu hecho con jazz.
Me he de demorado en agradecerlo -de verano hasta el otoño- y lo lamento, pero tendría que nacer dos veces cada día para devolver un regalo similar a la mano que me trajo, pero es imposible, pues ya desapareció, quizá para la buena conservación de su clase y especie. Además, los poetas nacemos solo una vez y a muchos nos gusta coincidir con Séneca cuando escribe ... 
"Me agrada tener algo que vencer, para ejercitar mi sufrimiento."


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