Es difícil que exista algún amigo habanero o cubano que no haya tenido otro que se quedó en Gander, Canadá cuando regresaba de la Unión Soviética. Fue un lugar que al no saber nada de él cuando vivía en Cuba, a veces lo confundí con Tlön, Uqbar, Orbis, Terlius, ciudades que citaba Borges en sus cuentos y que era incapaz de poner una imagen de ella. La prohibición expresa del gobierno de que ningún ciudadano podía salir del país sin permiso ni carta de invitación que aún perdura es también un obstáculo para la imaginación.
Hace unos días viendo fotos encontré esta de Yusil que pasó por ahí de retorno a Cuba y no se quedó. Me quedé sorprendido, no sólo por el sepia original, sino porque ese nombre GANDER representaba que ese amigo quedado lo separaba ya para siempre de ti, la nostalgia. No volverás a tener otro igual. No volverás a ver a esa novia posible o ex en muchos años, a muchos nos ha ocurrido así. Lo peor era que no te iban a contar la emoción que sintieron al ver envivo y en directo las iglesias del Kremlin construidas por el italiano Aristóteles Fioraventi en el siglo XVII. Aún no he tenido el privilegio de verlas, pero siempre he tenido la impresión de que el arte Ruso ha tenido una respiración serena, frente al arte europeo donde se suceden los estilos continuamente. No ir sé que será una frustración, conocer a muchos que sí lo han hecho y me han contado es un consuelo dulce.
Detrás de Yusil segunda por la derecha Abdel
bailarín cubano que se quedó en Gander.
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