New York entra fácil cuando la pisas, no sale nunca de la cabeza después que entras. Es como un cuento de Borges. "New York no encuentra puertas en tu cabeza para salir."
De mi visita hace años (2011) me quedó: estar una mañana en una iglesia protestante en Harlem escuchando misas cantadas... Me quedó ir a la 23 con ciento y algo donde EL TRESERO Arsenio Rodríguez escribió esa canción "Hay fuego en el 23." Me quedó una larga noche de jazz y otra de boleros en Brookling con Roberto Poveda... ya lo dije, me quedaron muchas puertas...
Amo New York, aunque no sea mía, del modo que algo tiene que serlo, un ángel, un edificio o una calle. Amo esta ciudad como París, quizás porque no me cansaría de verla y encontrarme a gusto de la mano de un escritor que me mostró parte de sus secretos: Enrique del Risco; y de un performance: Alejandro López que me abrió su casa, su vida y sus niñas para que jugarán con la mía ese otoño en New York de flores rojas y amarillas...
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