Hace 50 años Picasso me dibujó, sin conocerme. Sabiendo que yo daría con su imagen a mi semejanza. Su aspiración era hacerme un selfie y le salió un retrato tradicional, sino fuera por las metáforas de seres que puso en mi cara.
La boca y la nariz negroide son mías. En Europa se dice "morros." El escaso cabello es muy evidente. Pero sobre todo los ojos inmensamente tristes de nostalgia que a veces me gobierna en el exilio, es el signo vital de mi semejanza.
El ojo de la izquierda, es una mujer con pechos poderosos, y justo debajo otra mujer embarazada que espera un país en forma de vida que es lo mismo que decir un hijo; y en frente, en el otro ojo, estoy (yo). Un hombre que reza algunas de sus penas o Plegarias o poemas, en el templo Budista del Garraf, en Barcelona. Sólo le faltó ponerme una niña (mi hija) en el corazón. Él lo sabía, pero no quiso pintar lo evidente.
Si no me crees, acércate más: bella .... es primavera y escribo más.
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