Fue mi primera tapa en Sevilla. Acababa de llegar de París, año 2000. Aún tenía el sabor de los caracoles con mantequilla y peregil de Odette Manchón en mi paladar.
Creo quelos Garbanzos con espinacas ayudaron a saber que había llegado a otro universo. A Ispalis, Ispalo, Hispalis, Hispali o Sevilla. No sabía en ese momento que el primer piso que me alquilaría sería a unos pasos de la casa de Gustavo Aldolfo Becquer. Tampoco que sería habitual visitar la tumba de Machin y la ciudad donde nacieron tres emperadores romanos Adriano, Trajano y Teodosio; a solo 7 kilómetros de Sevilla, en Itálica.
Evocar estos garbanzos con espinacas que volví a comer en Sevilla hace solo 15 días, es evocar mi origen de vida en Andalucía, en mi exilio Europeo personal.
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