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martes, 25 de junio de 2019

Rumba del siglo XXI Un disco que renueva un género habitualmente abordado 'a lo tradicional'.

Resultado de imagen de Deep rumba (Rumba profunda) 2001,



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El sello American Clave / Justin Time Records, con sede en Alemania, editó hace unos meses el CD Deep rumba (Rumba profunda) 2001, con algunos de los rumberos y percusionistas cubanos más importantes de la actualidad, tanto de la rumba como del jazz latino o afrocubano. Entre otros el tumbador Puntilla Orlando Ríos, el baterista El Negro Horacio Hernández, el percusionista Giovanni Hidalgo y el timbalero Amadito Valdés, quienes ya habían demostrado su virtuosismo en proyectos importantes de nuestra música popular de los últimos años, como los de Calle 54, Gonzalo Rubalcaba, Buena Vista Social Club o Emiliano Salvador. También aparecen intérpretes como el saxofonista Charles Neville y las cantantes Xiomara Laugart y Haila Mompie; esta última, a pesar de ser más bien sonera, participó como vocalista en el disco La rumba soy yo, ganador de un Grammy Latino en su última entrega.

El disco comienza con un solo de saxo, Cubana, de Charles Neville, que logra convertirse en lamento o rezo y es excelente a pesar de su brevedad. Un opening muy poco habitual para discos dedicados a este género, lo cual da una idea de que la propuesta conceptual de Deep rumba se moverá por otros caminos.

El segundo es nada menos que una versión de Pensamiento, el clásico de Rafael Gómez que popularizó Maria Teresa Vera, llevado a guaguancó por el baterista El Negro Horacio y cantado nada menos que por Xiomara, con un resultado notable por el acierto de mantener dos melodías paralelas dentro de la misma pieza. Mientras la voz de ella canta el texto en un primer plano, la percusión va trazando la armonía de la canción en un aire mucho más rápido que la cadencia que la cantante marca; un equilibrio bien logrado, que renueva un bolero clásico tradicional con un nuevo discurso.

Bom Bom Bom Bom es el tercer corte, un guaguancó con todas las de la ley. Tiene la peculiaridad de que la batería participa con el mismo protagonismo que las tumbadoras, creando un discurso novedoso, donde quien sale favorecido es el género que se manifiesta. Un estribillo lo hace reconocible ante todos: "Si tú me lo das, por qué me lo quitas".

El cuarto corte es la pieza más tradicional. En él brilla un excelente solo de congas que prepara el camino para lo que vendrá. También hay otras dos piezas más, tocadas de forma tradicional: Solo Nino, cantado por Orlando Ríos, donde la clave, los platillos y el quinto llevan el peso armónico; y Cantar maravilloso, que exalta las bondades de la rumba dejando que la batería se incorpora tarde para apoyar y disfrutar la fiesta.

El guaguancó numero seis es verdaderamente una vuelta de tuerca al disco: Quimbara 2000. No sólo porque lo canta Haila Mompié con una tesitura notable, sino porque además de los instrumentos mencionados aparece por primera vez la utilización del bajo dentro de este homenaje a la rumba, ampliando el discurso sonoro del CD hacia otros niveles, llevando al formato rumbero, con sus instrumentos, a una sonoridad peculiar que recuerda por momentos un son con elementos de funk y guaguancó. Justo un clímax donde las improvisaciones de Haila sólo son comparables a las mejores de Celia Cruz, a quien le rinde un buen homenaje con distancia y maestría. Es de destacar también que esta grabación mantiene una profesionalidad excelente, pero con la sonoridad propia de un ensayo en un solar de La Habana Vieja.

Luego de tan altas temperaturas, el corte siete, Science, trae paz al disco con el saxo tenor de Charles Neville, quien improvisa un diálogo sincopado con el bajo y la clave cubana, como pie forzado. Los tumbaos del bajo llevando los golpes fuertes crean un soporte sonoro interesante, unos puentes de enlace con la clave de la rumba que resultan sugestivos. Es la primera vez que escucho este tratamiento armónico de la rumba a través del saxo tenor, y es realmente uno de los aportes más novedosos del disco. Si el saxo de Charles Neville no bastara para bajar la temperatura de Quimbara 2000, la voz de Xiomara Laugart en la canción siguiente —una versión a capela de Bésame mucho— sirve para terminar de calmar los ánimos.

Es sorprendente como versionan un tema del trovador Gerardo Alfonso, Tradición, siguiendo a esta "falsa calma". Quizá lo más asombroso sea como van haciendo la sincopa de los diferentes ritmos que va mencionando el texto: danzón, chachachá, guaracha y el son. Luego, cuando el texto menciona a la rumba haciendo alusión a la clave cubana, el sonido cambia dando otro giro sonoro. Una especie de video clip didáctico bastante peculiar para el oído.

Sugar and cotton (Black Hands in White Labor) es un canto a Obbatalá y Changó que versiona "El Negro". Rezo que canta como se debe Pedro Martínez, ayudado por la batería y la línea del bajo de Charlie Flores.

La singularidad de Arabian nights es que es el único tema que mueve su discurso por los cauces del jazz latino, con la diferencia que la base armónica tiene más peso en la percusión.

Para cerrar el disco eligieron Yambú de las congas. No podía ser más iluminador este pretexto para el futuro desarrollo de la rumba. Entre el bajo, el violín y la batería intentan una nueva sonoridad rumbera que dejaré el lector descubra cuando tenga la posibilidad de escuchar el CD.

Es realmente destacable que un género tan cubano —probablemente el que más participa en la mayoría de nuestros ritmos más conocidos— tenga este tratamiento dentro de un CD. Afectado, casi siempre, porque quienes graban discos de rumberos sólo se dedican a mantener la virginidad rigurosa de un género que en realidad existe por la capacidad de haberlo mezclado todo a su alrededor. Es verdaderamente alentador que los más jóvenes sigan renovando la rumba y tomen el relevo de mayores como Alfredo Abreu, director de los Papines, quien lamentablemente nos dejó a fines de octubre del año pasado.

Esperemos que este proyecto, que tuvo la suerte de girar por varios países, continúe en una segunda entrega.

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