Cuando me despedí de Enrique del Risco en Greenwich Village, en Manhattan, pude, por primera vez, materializar el humo blanco que sale por los respiraderos newyorkinos, tópico de las películas y que aún no había podido atrapar con mi cámara digital. Me puse a dar saltos mientras Enrique, historiador, profesor, amigo y nuestro Virgilio por medio Manhattan , me hacía la historia de las esculturas blancas de Christopher Park dedicada al movimiento gay después de una redada contra los homosexuales a fines de los sesenta en un bar cercano a esta plaza lo que desencadenó manifestaciones multitudinarias y la reivindicación de derechos plenos de gays y lesbianas.
Ya antes nos habíamos fotografiado juntos ante la foto de Chick Corea, que esa noche tocaba en el Blue Note, uno de los templos de jazz más notables de la historia de esta música, protagonista del ascenso y mito de los mejores instrumentistas y vocalistas de jazz del siglo XX.
Nos habíamos reencontrado en la calle Canal, justo antes de la caída de la tarde, en pleno corazón de Chinatown. Las primeras palabras de Enrisco, su blog da fe de su sarcasmo inteligente, fue contarnos un anuncio que pasaban en la tele de una marca de ropa: -Fíjense si esto es nuevo, que aún no tiene copia en Chinatown. En este barrio, todo se copia, me acordé de mi amiga Beate quien me hizo los primeros cuentos de este barrio por los años noventa en La Habana, y mientras pensaba en que ruta habría seguido ella por allí, nuestro guía nos adentró por el barrio chino, comimos en un vietnamita y tomamos espresso y helado en Little Italy, sin olvidar pasar por un restaurante donde el Padrino-joven comió en una de las tres partes de este clásico. Mi cuñada, atrevida, se fue a negociar por las esquinas con los chinos, grupos misteriosos y "camuflajeados", siempre detrás de "caros" relojes y bolsos pero no siempre se gana.
Luego continuamos por el Nolita, el Soho y Greenwich Village, hablando de música y aprendiendo etimología y pronunciación de la denominación de estos barrios. Pasamos a otro New York, reposado, pijo y no por eso menos atractivo, de antiguas industrias convertidas en lofts, magníficas soluciones, tanto para tiendas como para viviendas.
Greenwich Village y Chelsea, fueron de los barrios que más me impactaron, debo confesar que en el primero me sentí un poco como en casa, en Barcelona, en mi barrio de Gracia, allí, en el invernadero Lanterna Caffe hablamos de Miami, adonde el viaja habitualmente y que yo acababa de descubrir, no evocamos nuestro común 13 y 8, si a nuestros amigos comunes de Habana Abierta, sobre todo a Vanito, cordón umbilical, hicimos el intercambio literario de rigor, Enrisco me regaló su libro Leve Historia de Cuba y yo le entregué mi personal Síndrome de Ulises.
En el Chelsea, me pareció verdaderamente ocurrente la solución de retomar las antiguas líneas del tren elevado que pasaba por allí, y reconvertirlas en un jardín verde que se eleva sobre toda la zona y te deja ver perfiles de este espacio portuario con el omnipresente Empire State. Allí nos encontramos con el también escritor Ricardo Arrieta, no hablamos de literatura, hablamos de la vida nuestra fuera de nuestra ciudad de nacimiento.
No pudimos ver ningún musical en Broadway, familiares y amigos como Evaristo nos lo habían recomendado. Me hace feliz saber que Enrisco pudo disfrutar de uno donde actuaba la misma Patty la Belle, quien interpretaba a la madre del protagonista del musical Fela Kuti! Un lujo exquisito para los habitantes de esta ciudad que te obliga a mirar al cielo cada día.
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