"El vino siembra poesía en los corazones". Dante.
Cuando has nacido en una ciudad como La Habana, que carece de arquitectura medieval, al llegar a Europa la fascinación por este estilo para alguien que estudió historia como yo, es evidente. No obstante, este pueblo, une la riqueza de su arquitectura con la capacidad de sus tierras para crear los mejores vinos de esta parte de Francia, y para muchos, los mejores del mundo.
Para los entendidos, Saint Émilion es un referente del cultivo y creación de vino, con una tradición que arranca con los romanos en el siglo II antes de Cristo quienes plantaron los primeros viñedos, y luego, en la época medieval los monjes seguidores de Émilion, comenzaron a comercializarlo, en el s VIII.
Llegamos cayendo la tarde y esa luz fue cómplice de nuestro recorrido en todo momento. El precio que tienen algunos vinos de esta región y la de Pomerol (por encima de 1500 euros) le mueve el suelo a cualquiera.
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lunes, 31 de diciembre de 2012
Saint Émilion ruta medieval del vino
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Amanecer en un château... Entre-Deux-Mer.
Después de tres días mirando viñedos y Château (castillos) por varias zonas al norte de Burdeos. Nos invitan a un pueblo, Soussac, donde estará un amigo del esposo de Sarah (mi hermana) que ha llegado de la Bretaña francesa.
Quienes me llevan, ni yo, sabíamos que terminaríamos durmiendo en el Château Jeanguillon con viñas de la denominación de origen Entre-Deux-Mer... Sus dueños, un noble con raíces en Martinica, Philippe de Meillac y Christel de Meillac, herederos de este lugar, son la sexta generación que trabaja en mantener la tradición familiar de elaboración de vinos que actualmente sustentan seis marcas, con una tradición que este año cumple 150 años... Tintos: Château Jean Guillon, Château Darius, Château Vrai Caillou, Philippe de Meillac. Blancos: L'Optimé, L'Entre Deux Mers... estos fueron reseñados por un crítico considerado una autoridad del vino..., W. Parker: "avait remarqué les goûts subtils développés par ce viticulteur venus des Antilles, qui "compare" son vin à des saveurs de fruits exotiques."
Antes de bajar a las bodegas para ver y catar in situ todo el proceso de creación de estos vinos, él francés de la bretaña, nos prepara una crema "Tarama", con huevos de bacalao que se maceran durante ocho meses, -esto es la base fundamental-, mantequilla y crema de leche. El secreto de su hechura consiste en la relación porcentual de cada condimento. Por momentos, usa una máquina para batirlo, pero termina con un cucharon en las manos, mientras trabaja explica que los huevos de balacao era comida típica de los vikingos quienes la consumían en los barcos para sus travesías. También cuenta de su último cumpleaños, 40 celebrado nada menos que en las catacumbas de Paris, moda actual de algunos ricos franceses con muchas conexiones en la ciudad. Catacumbas que hacen un queso por más de 300 kilómetros de pasadizos y pasillos muchos llenos de huesos de personas anónimas.
La crema la comemos con pan hecho aquí por dos adolescentes de los tres hijos de la pareja, luego de aparecer un salmón ahumado inmenso con el cual degustamos el vino blanco, -este sí, hecho en casa-, L' Entre Deux Mers. Nos termina diciendo que la Tarama es tan buena que las papilas gustativas cuando los ingerimos son las mismas que digieren la cocaína, pero es mejor esto, aunque sea más caro, que la droga. Philippe de Meillac, es francés de la Martiquica, donde cultivaba ron y hablaba creole, enseguida me hace cómplice por la cercanía de islas y nacimiento y trae el ron que allí fábrica.
Pasamos todos a un museo vivo de barricas y toneles de vinos centenarias que hacen vida junto a toneles de 30 mil botellas muy modernos donde nos hacemos varias fotos divertidas. Nos advierten que mantengamos la copa de vino para probar todo el proceso de creación, tanto del tinto como del blanco y el rosado, allí me entero que este último, nace de un tinto, y por ende, no tiene toneles propios; ah, y lo más importante, que no nos tomemos toda la copa, es sólo probar no vaya a ser que nos emborrachemos. Antes de salir de esta primera bodega que vimos, nos llevan a un salón donde se conservan muchos instrumentos de medición y elaboración del vino, con libros de agricultura de tapa dura del siglo XIX. Todo es un viaje a la semilla del tiempo, a los orígenes del vino.
De esta bodega fuimos a otra más grande que está a más de un kilómetro del Château donde comemos. Allí vivían los padres y abuelos de ella, antes. Esta segunda visita, fue otro viaje en el tiempo que me reservo, ya que la Luna llena de Entre Deux Mers y el fuego de la chimenea que nos alumbra y desprende un olor especial nacido de los troncos de la uva, me piden que reserve anécdotas para una conversación privada con la memoria.
Había una frase grabada en la chimenea gigante de la cocina-salón donde estábamos... "Ni Vanidad/ Ni Debilidad", junto con dos leones y un caballero medieval, que formaban un escudo que se me queda antes de entrar en el sueño. Quizás porqué el anfitrión Philippe de Meillac y el amigo de la Bretaña francesa, son ambos de linaje noble cuyos ascendentes se relacionaron con Luis XVI. Pero ambos poseen una modestia aleccionadora, carente de vanidad, en el fondo y la forma de vida, a pesar de que el primero venda 700 mil botellas de vino al año.
Amanece en Soussac, una población y comuna francesa de Aquitania, del departamento de la Gironda, me maravilla haber dormido y visitado un Château pasando una velada memorable, con la pena de no haber tenido a mi niña que se hubiese sentido más princesa de lo que es; sé que al salir, no volveré a ver la Luna llena de anoche, y mi realidad volverá...
Hago fotos de mi habitación, las viñas que veo al abrir la ventana, y una aérea que escojo de la web del château, para saber que no fue un sueño. Las que me hice de esta noche con ellos en las bodegas me las reservo.
Quienes me llevan, ni yo, sabíamos que terminaríamos durmiendo en el Château Jeanguillon con viñas de la denominación de origen Entre-Deux-Mer... Sus dueños, un noble con raíces en Martinica, Philippe de Meillac y Christel de Meillac, herederos de este lugar, son la sexta generación que trabaja en mantener la tradición familiar de elaboración de vinos que actualmente sustentan seis marcas, con una tradición que este año cumple 150 años... Tintos: Château Jean Guillon, Château Darius, Château Vrai Caillou, Philippe de Meillac. Blancos: L'Optimé, L'Entre Deux Mers... estos fueron reseñados por un crítico considerado una autoridad del vino..., W. Parker: "avait remarqué les goûts subtils développés par ce viticulteur venus des Antilles, qui "compare" son vin à des saveurs de fruits exotiques."
Antes de bajar a las bodegas para ver y catar in situ todo el proceso de creación de estos vinos, él francés de la bretaña, nos prepara una crema "Tarama", con huevos de bacalao que se maceran durante ocho meses, -esto es la base fundamental-, mantequilla y crema de leche. El secreto de su hechura consiste en la relación porcentual de cada condimento. Por momentos, usa una máquina para batirlo, pero termina con un cucharon en las manos, mientras trabaja explica que los huevos de balacao era comida típica de los vikingos quienes la consumían en los barcos para sus travesías. También cuenta de su último cumpleaños, 40 celebrado nada menos que en las catacumbas de Paris, moda actual de algunos ricos franceses con muchas conexiones en la ciudad. Catacumbas que hacen un queso por más de 300 kilómetros de pasadizos y pasillos muchos llenos de huesos de personas anónimas.
La crema la comemos con pan hecho aquí por dos adolescentes de los tres hijos de la pareja, luego de aparecer un salmón ahumado inmenso con el cual degustamos el vino blanco, -este sí, hecho en casa-, L' Entre Deux Mers. Nos termina diciendo que la Tarama es tan buena que las papilas gustativas cuando los ingerimos son las mismas que digieren la cocaína, pero es mejor esto, aunque sea más caro, que la droga. Philippe de Meillac, es francés de la Martiquica, donde cultivaba ron y hablaba creole, enseguida me hace cómplice por la cercanía de islas y nacimiento y trae el ron que allí fábrica.
Pasamos todos a un museo vivo de barricas y toneles de vinos centenarias que hacen vida junto a toneles de 30 mil botellas muy modernos donde nos hacemos varias fotos divertidas. Nos advierten que mantengamos la copa de vino para probar todo el proceso de creación, tanto del tinto como del blanco y el rosado, allí me entero que este último, nace de un tinto, y por ende, no tiene toneles propios; ah, y lo más importante, que no nos tomemos toda la copa, es sólo probar no vaya a ser que nos emborrachemos. Antes de salir de esta primera bodega que vimos, nos llevan a un salón donde se conservan muchos instrumentos de medición y elaboración del vino, con libros de agricultura de tapa dura del siglo XIX. Todo es un viaje a la semilla del tiempo, a los orígenes del vino.
De esta bodega fuimos a otra más grande que está a más de un kilómetro del Château donde comemos. Allí vivían los padres y abuelos de ella, antes. Esta segunda visita, fue otro viaje en el tiempo que me reservo, ya que la Luna llena de Entre Deux Mers y el fuego de la chimenea que nos alumbra y desprende un olor especial nacido de los troncos de la uva, me piden que reserve anécdotas para una conversación privada con la memoria.
Había una frase grabada en la chimenea gigante de la cocina-salón donde estábamos... "Ni Vanidad/ Ni Debilidad", junto con dos leones y un caballero medieval, que formaban un escudo que se me queda antes de entrar en el sueño. Quizás porqué el anfitrión Philippe de Meillac y el amigo de la Bretaña francesa, son ambos de linaje noble cuyos ascendentes se relacionaron con Luis XVI. Pero ambos poseen una modestia aleccionadora, carente de vanidad, en el fondo y la forma de vida, a pesar de que el primero venda 700 mil botellas de vino al año.
Amanece en Soussac, una población y comuna francesa de Aquitania, del departamento de la Gironda, me maravilla haber dormido y visitado un Château pasando una velada memorable, con la pena de no haber tenido a mi niña que se hubiese sentido más princesa de lo que es; sé que al salir, no volveré a ver la Luna llena de anoche, y mi realidad volverá...
Hago fotos de mi habitación, las viñas que veo al abrir la ventana, y una aérea que escojo de la web del château, para saber que no fue un sueño. Las que me hice de esta noche con ellos en las bodegas me las reservo.
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domingo, 30 de diciembre de 2012
El vino en Burdeos. Él vino a Bordeaux.
Burdeos hoy, debía ser sinónimo de la palabra vino. Aquí ir a un supermercado como Monoprix a comprar vino no te hace sentir tan perdido en la elección del vino que deseas, quizás porque han logrado una forma de etiquetar y clasificar los vinos que es difícil no dar con el vino para tu comida.
Desde varios metros de distancia puedes distinguir las regiones geográficas de las mejores viñas: Medoc, Grave, Saint-Émillon, Pomerol, Entre-Deux-Mers. Si te acercas, puedes ver las medallas de oro y plata que ha ganado ese vino; si eso no te basta, la tienda tiene su propia clasificación de calidad del vino de la que puedes fiarte. Algo que me encantaría tuviese el aceite oliva en España, además de que se generalizara en sus propios vinos. Aquí siendo un neófito del vino puedes disfrutar sin ser un sabio del mejor elixir.
No obstante, es obvio que me declino por el trato que te dan en las cavas o bodegas pequeñas, donde hay un experto que no sólo te orienta de forma magistral, sino que te da a degustar varios vinos para que elijas según tu noche o estado de ánimo el sabor que más te apetece: bien a la boca, carnoso, abundante, fuerte, flexible, fresco y ligero, masticado, nervioso, redondo, cálido, espeso, áspero... De todos estos, el fuerte: rico en alcohol que tiene cuerpo, muslo y pierna, junto con el redondo "equilibrado y carnoso, ligeramente aterciopelado" tienen un carácter poético que me resulta curioso. Todo esto pueden hacerlo en español, inglés y francés con la misma gracia y cultura de los visitantes.
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viernes, 28 de diciembre de 2012
Nicolás Bouvier, el viajero
En 1955 Nicolas Bouvier se establece en un hotel barato de Ceilán (la actual Sri Lanka). Hace dos años que empezó, en los Balcanes, el viaje que lo ha llevado hasta el subcontinente indio. Enfermo, sacudido por ataques periódicos de fiebre, escaso de dinero, a la espera de unos permisos para continuar su viaje que no acaban de llegar, sin apenas más contactos que sus vecinos y un manual de entomología, el escritor vive un descenso a los infiernos, en el que llega a contar con el auxilio del Más Allá. Tardará varias décadas en dejar por escrito esta experiencia.
El resultado es El pez escorpión. Su prosa densa y delicada registra un universo alucinado, a veces roto, a la vez cruel y tierno. Siempre, por encima de todo, brilla su estilo magistral. En 1982, cuando se publicó, recibió el premio Alpes-Jura y el premio de la Crítica.
El autor:
NICOLÁS BOUVIER (Grand-Lancy, Ginebra, 1929 - Ginebra, 1998) se inició en la vida viajera de la mano de los grandes escritores de aventuras. Su padre alentó sus primeras escapadas y, apenas cumplidos los veinte años, Nicolas Bouvier se apuntó a un viaje que lo llevaría de Venecia a Estambul. La continuación llegó en 1953, cuando viajó hasta Kabul en un Fiat Topolino, junto al pintor Thierry Vernet. Su libro Los caminos del mundo narra esta aventura. Luego, ya en solitario, Bouvier siguió hacia el sur cruzando la India y alcanzando Ceilán (Sri Lanka). El pez escorpión narra la estancia de siete meses en esta isla. El viaje continuó hacia Japón. Ya de regreso en su país, trabajó para la Organización Mundial de la Salud buscando imágenes; también trabajó como fotógrafo. En cualquier caso, nunca dejó de escribir.
El resultado es El pez escorpión. Su prosa densa y delicada registra un universo alucinado, a veces roto, a la vez cruel y tierno. Siempre, por encima de todo, brilla su estilo magistral. En 1982, cuando se publicó, recibió el premio Alpes-Jura y el premio de la Crítica.
El autor:
NICOLÁS BOUVIER (Grand-Lancy, Ginebra, 1929 - Ginebra, 1998) se inició en la vida viajera de la mano de los grandes escritores de aventuras. Su padre alentó sus primeras escapadas y, apenas cumplidos los veinte años, Nicolas Bouvier se apuntó a un viaje que lo llevaría de Venecia a Estambul. La continuación llegó en 1953, cuando viajó hasta Kabul en un Fiat Topolino, junto al pintor Thierry Vernet. Su libro Los caminos del mundo narra esta aventura. Luego, ya en solitario, Bouvier siguió hacia el sur cruzando la India y alcanzando Ceilán (Sri Lanka). El pez escorpión narra la estancia de siete meses en esta isla. El viaje continuó hacia Japón. Ya de regreso en su país, trabajó para la Organización Mundial de la Salud buscando imágenes; también trabajó como fotógrafo. En cualquier caso, nunca dejó de escribir.
jueves, 27 de diciembre de 2012
Un paseo por Burdeos/ Bordeaux
"Un viaje no necesita motivos. No tarda en demostrar que se basta a sí mismo. Crees que vas a hacer un viaje, pero enseguida el viaje es el que te hace, o te deshace".
Nicolás Bouvier.
En sentido general Burdeos es una ciudad muy marcada por el siglo XVIII en su arquitectura, gracias al desarrollo del vino, el café, el tabaco, el azúcar y el tráfico de esclavos; donde las familias más poderosas de la ciudad jugaron un papel importante. Todo esto ayudó a su espectacular riqueza económica; pudiendo dar a la ciudad el perfil que hoy se conoce. Luego con la decadencia de la esclavitud y la pérdida de muchas colonias francesas en el Caribe inició un periodo de decadencia que sólo frenó, en parte, el desarrollo y comercialización internacional del vino.
Hubo una frase de Jean Michel Moreau escrita en el suelo del museo etnográfico en las salas donde explican el desarrollo de la ciudad con respecto a su implicación en las Antillas, que decía..."Ce Qui Sert a Vos Plaisirs Est Mouille De Nos Larmes" (Lo que sirve para los placeres de vosotros, esta mojado con nuestras lágrimas) Creo que es el primer museo que visito donde la ciudad reconoce su lado oscuro en la historia de forma tan clara, tanto en el tráfico de esclavos, como en la explotación indiscriminada en la agricultura.
Las fotos que cuelgo a continuación, no son de un paseo de un día, son fotos de varias salidas por avenidas y calles emblemáticas, lo mismo para ir a los museos como para salir a ver castillos en las afueras.
La Grosse Cloche, Maison Dorée... Café des Arts... La Porte caillhaud.... La place Camille Jullian y la entrada al cine Utopía con esos árboles verdes, o fachada barroca del bar Condesa... Vistas nocturnas del río Garonne, Barriles de vino... El mapa de las Antillas del XVIII y la foto de las negras esclavas de Zanzibar a punto de ser vendidas, es un documento increíble para mi de un valor notable.
Nicolás Bouvier.
En sentido general Burdeos es una ciudad muy marcada por el siglo XVIII en su arquitectura, gracias al desarrollo del vino, el café, el tabaco, el azúcar y el tráfico de esclavos; donde las familias más poderosas de la ciudad jugaron un papel importante. Todo esto ayudó a su espectacular riqueza económica; pudiendo dar a la ciudad el perfil que hoy se conoce. Luego con la decadencia de la esclavitud y la pérdida de muchas colonias francesas en el Caribe inició un periodo de decadencia que sólo frenó, en parte, el desarrollo y comercialización internacional del vino.
Hubo una frase de Jean Michel Moreau escrita en el suelo del museo etnográfico en las salas donde explican el desarrollo de la ciudad con respecto a su implicación en las Antillas, que decía..."Ce Qui Sert a Vos Plaisirs Est Mouille De Nos Larmes" (Lo que sirve para los placeres de vosotros, esta mojado con nuestras lágrimas) Creo que es el primer museo que visito donde la ciudad reconoce su lado oscuro en la historia de forma tan clara, tanto en el tráfico de esclavos, como en la explotación indiscriminada en la agricultura.
Las fotos que cuelgo a continuación, no son de un paseo de un día, son fotos de varias salidas por avenidas y calles emblemáticas, lo mismo para ir a los museos como para salir a ver castillos en las afueras.
La Grosse Cloche, Maison Dorée... Café des Arts... La Porte caillhaud.... La place Camille Jullian y la entrada al cine Utopía con esos árboles verdes, o fachada barroca del bar Condesa... Vistas nocturnas del río Garonne, Barriles de vino... El mapa de las Antillas del XVIII y la foto de las negras esclavas de Zanzibar a punto de ser vendidas, es un documento increíble para mi de un valor notable.
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