27 de mayo de 1933 se inauguraba la Century of Progress World Exposition, que se prolongaría hasta noviembre del mismo año. Apenas mes y medio después, comenzaría a concretarse la idea de mostrar la rumba cubana en esta feria mundial. Con apenas diecisiete años, una linda mulata de ojos muy rasgados que delatan la definitiva cercanía de su compartido origen chino, acompañada de un negro acharolado, delgado y elegante, casi de su misma edad, abordarían el 8 de julio de ese mismo año el vapor Florida en el puerto habanero con rumbo a Tampa. Su destino final, de momento, era también Chicago. Ramona Ajón Pérez, nacida en La Habana, era ya, quizás, la Estella que reinaría en los escenarios neoyorkinos, pero ella misma no lo sabía, aunque declarara ante las autoridades migratorias de Tampa ser bailarina, tener 21 años y residir en la calle de la Línea No. 150 en La Habana. Bailarina era, y parecía no tener rival. Bailaba desde muy pequeña, y hasta había ganado una competencia escolar. Integró la compañía infantil de Roberto Rodríguez, donde, según sus propias palabras, hizo mucho por que la pusieran a bailar rumba, ya que, normalmente, le asignaban roles en bailes orientales y hasta brasileros, según contó a Don Galaor en entrevista publicada en la revista Bohemia el 15 de agosto de 1954. Casi sin salir todavía de la infancia había formado pareja con René Rivero Guillén en esto de bailar, y con él ganó un concurso en Cuba cuando sólo tenía catorce años. Había aprendido los secretos de la rumba en las calles y esquinas de La Habana. Su primer contrato profesional como bailarina lo firmó por tan solo un dólar y cincuenta centavos a la semana. Gradualmente fue capaz de ir ascendiendo y consiguiendo mejores salarios en Cuba.[10] En la pista del Chateau-Madrid y también en el Edén Concert de Víctor Correa, fue de las primeras mulatas que reinaron en esos sitios de diversión. Junto a René decidió que en lugar de Ramona, su nombre artístico sería Estela. Y René debió que ser ya el extraordinario, elegantísimo y casi inimitable bailarín que llegó a ser, habiendo nacido en cuna rumbera, en Cárdenas, como dejó saber a los mismos oficiales de inmigración cuando le preguntaron, confesando tener también veintiún años. (Colijo, por documentos encontrados durante la investigación, que ambos habrían nacido entre 1915 y 1916, pero quizás, con diecisiete años, no habrían podido embarcarse solos en aquella aventura, por lo que habrían decidido aumentar sus edades).[11] Ante la perspectiva de que ocurriera un suceso trágico o excepcional durante la travesía, tan jóvenes como eran ambos, dieron a las autoridades los nombres sus respectivas madres: Pilar Pérez, la de Estela; y Concepción Guillén, la de René, que ya vivía en La Habana, en la calle Clavel No. 19
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