Fui en los años ochenta por primera vez, con Radamés Molina Montes, amigo y escritor a ver la tumba de Lezama en El Cementerio de Colón en Cuba. Me quisieron sacar del cementerio por ir en pantalón corto. Un absurdo pensar en ofender a los muertos con mis piernas desnudas. Pero en un país absurdo todo es. Todo pasa.
La tumba, en aquel entonces estaba semi-abandonada con el mármol superior rajado.
El epitafio que eligió para su tumba es bestial, pues a pesar de que llevo 20 años sin volver, soy conciente de que nacer allí, fue una fiesta imnombrable...
El pàrrafo entero de ese largo poema: "Noche insular: jardines invisibles..."
La mar violeta añora el nacimiento de los dioses,
ya que nacer es aquí una fiesta innombrable,
un redoble de cortejos y tritones reinando.
La mar inmóvil y el aire sin sus aves,
dulce horror el nacimiento de la ciudad
apenas recordada.
Las uvas y el caracol de escritura sombría
contemplan desfilar prisioneros
en sus paseos de límites siniestros,
pintados efebos en su lejano ruido,
ángeles mustios tras sus flautas,
brevemente sonando sus cadenas.
ya que nacer es aquí una fiesta innombrable,
un redoble de cortejos y tritones reinando.
La mar inmóvil y el aire sin sus aves,
dulce horror el nacimiento de la ciudad
apenas recordada.
Las uvas y el caracol de escritura sombría
contemplan desfilar prisioneros
en sus paseos de límites siniestros,
pintados efebos en su lejano ruido,
ángeles mustios tras sus flautas,
brevemente sonando sus cadenas.
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