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sábado, 10 de septiembre de 2016

Conde de Lautréamont: poeta nacido del "Maldolor" del hombre y dios.

"Mi poesía consistirá, sólo, en atacar por todos los medios al hombre, esa bestia salvaje, y al Creador, que no hubiera debido engendrar semejante basura."

Conde de Lautréamont.

Lucien Ducasse, conocido como Conde de Lautréamont, fue un poeta francés, nacido en Montevideo, Uruguay, y educado allí hasta los 13 años. Llegó a mi vida en mi formación como poeta y devorador de adioses. Lezama lo cita en ocasiones y yo le seguí el rastro. Hoy veo que está más olvidado que cuando lo leí en los años noventa.
Los cantos de Maldoror, obra entre las más atípicas y sorprendentes de la literatura, fueron escritos entre 1868 y 1869 y publicados ese mismo año.

Los cantos que forman el libro son obra de un hombre de veintidós años al que la muerte se llevará apenas un año más tarde. Los ecos de estas páginas irán aumentando a lo largo del siglo XX, en particular por el impulso de André Breton, que vio en ese libro «la expresión de una revelación total que parece exceder las posibilidades humanas». Así, los surrealistas consideraron al libro como un precursor.

Si lees este fragmento descubrirás ecos de Kafka anterior a Kafka. Otro de mis predilectos....

"Soñé que había éntrado en el cuerpo de un puerco, que no me era fácil salir, y que enlodaba mis cerdas en los pantanos más fangosos. ¿Era ello como una recompensa? Objeto de mis deseos: ¡no pertenecia más a la humanidad! Así interpretaba yo, experimentando una más que profunda alegría. Sin embargo, rebuscaba activamente qué acto de virtud habia realizado, para merecer de parte de la providencia este insigne favor. Más ¿quién conoce sus necesidades íntimas, o la causa de sus goces pestilenciales? La metamorfosis no parecio jamás a mis ojos, sino como la alta y magnífica repercusión de una felicidad perfecta que esperaba desde hacia largo tiempo. ¡Por fin habia llegado el dia en que yo me convirtiese en un puerco! Ensayaba mis dientes sobre la corteza de los árboles; mi hocico, lo contemplaba con delicia. No quedaba en mí la menor partícula de divinidad: supe elevar mi alma hasta la excesiva altura de esta voluptuosidad inefable. "
Conde de Lautréamont.

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